Capítulo 2
-¿Abuela?
¿Qué haces tú aquí?- respondí un poco asombrada.
-¿Qué
pasa? ¿Ya ni una anciana puede venir a Madrid a ver a su nieta preferida?
-Hombre,
eso de preferida… Es que solo tienes una, y soy yo.
-Ay
hija, ¿Dónde está tu padre?
Y
ahí venia mi padre. Muy contento. Ni él, ni yo, ni nadie nos esperábamos la
sorpresa de la abuela. Desde que murió mi madre ella no había aparecido en
ningún evento ni nada. Bueno, es que ella es muy divertida (es su palabra
favorita). Viaja muchísimo y tiene un novio de 50 años, veinte más joven que
ella. Eso sí, no se nota que tiene 70 años, ella se cuida más que nadie. Hace
deporte todos los días, y tal, tal, tal. Pero sobre todo, se maquilla
demasiado, qué eso es lo que la hace estar más joven.
-Hombre Carmen, qué inesperada tu sorpresa
aquí en Madrid. ¿Qué te trae por aquí?- respondió mi padre. Contento de verla,
pero se le hace raro que este aquí.
-Ya sé qué hace mucho qué no vengo, pero es
que… ¡¿Qué diablos es eso?!
-Ah, es mi chinchilla, se llama Olsen.
Encantada, me llamo María.
-Vamos, una rata peluda de toda la vida,
abuela.- respondí yo.
-¿Ya estamos? ¡Qué no es una rata! Es una
ratita.- me respondió María.
Se
piensa que una rata y una ratita son cosas diferentes. En fin, qué vive en otro
mundo muy diferente al mío como se puede ver.
-Encantada jovencita. Soy Carmen, ¿qué eres,
amiga de mi sobrinita?
-Sí… Bueno, no. Somos medio hermanas, al menos
eso dice mi padre. Mi padre y el de ella se hicieron íntimos amigos desde lo
que ocurrió con tu hija y bueno, vinimos a vivirnos aquí…
-¿Y por qué yo no sabía eso?- respondió mi
abuela molesta.
No
sé qué le debería molestar. Es ella la que no da señales de vida. No tenemos ni
mi padre ni yo la culpa de que su hija se hubiera muerto en un accidente de
coche, aunque ella dice que sí.
-Tal vez será porque ni nos prestas atención
ni nada abuela…- respondí yo sin intentar cabrearla. Tiene muy mal genio la
abuela.
-Estoy muy liada viajando y siendo una jovencita.
Estoy en mis tiempos mozos y tengo que aprovecharlo.- empezó a decir mientras se
tocaba su pelo rubio.- Ah, por cierto, mi novio tiene un sobrino de vuestra
edad. Se llama Álex. Está en el coche, es bastante guapo, muy joven para mí
claro…
Bueno,
es que si empiezo a contar los novios que ha tenido mi abuela no termino nunca.
Al menos con este lleva un año. Menudo record. Ni con el padre de mi madre duró
tanto.
-¿Chicos a estas edades Carmen?- dijo mi
padre.
Será
muy gracioso y para mí el mejor y único padre del mundo, pero aún no ha asumido
qué estamos en el siglo XXI y qué las cosas no son como lo eran antes.
De la cocina al salón se acercaba a nosotros
Enrique. Estaba cocinando pollo asado con verduras. Algo en común que teníamos
María y yo era, qué odiábamos como hacía su padre él puñetero pollo asado con
verduras. No estaba malo. Estaba malísimo. Pero aunque parezca mentira, un
hombre de 48 años llora al oír una crítica de su pollo. Y cómo llora…
-Ay hijo, qué poco sabes tú de las
modernidades…- empezó a decirle mi abuela a mi padre. Vino Enrique y le saludó
con dos besos- Encantada, soy Carmen, la madre de la que falleció hace 15 años
o así.
-Abuela, mamá murió hace diez años.- le
respondí molesta. Qué ni su propia madre sepa cuando murió su única hija…
-Buenos mediodías señora Carmen, ¿quiere
quedarse a comer?- le preguntó Enrique a mi abuela.
-Ya me gustaría, ya. Pero bueno, a lo que
venía. ¡Nos hemos mudado al chalet enfrente de vosotros! Así no os quejareis de
qué no os hago caso y así. Quejicas.
No
puede ser. Quiero mucho a mi abuela, es la única que me queda. Pero cuando se
pone pesada…
Es la única mujer mayor que yo que puedo tener a mi lado. Pero mi abuela se cree que tiene dieciséis años y… Me molesta. Me gustaría que mi abuela fuera la típica abuela de pueblo. No una moderna que quiere llegar a ser Penélope Cruz.
Es la única mujer mayor que yo que puedo tener a mi lado. Pero mi abuela se cree que tiene dieciséis años y… Me molesta. Me gustaría que mi abuela fuera la típica abuela de pueblo. No una moderna que quiere llegar a ser Penélope Cruz.
-¡Genial! Así estaremos todos más unidos.- le
respondió Enrique a mi abuela.
Parece
qué es el único que quiere que mi abuela viva en frente. Eso es porque no la
conoce.
-Uy, mira que majo el mozo este, que es el
único que se alegra.- respondió mi abuela mirándome a mí con una cara de
asesina.
-Abuela, a mí me hace mucha ilusión que vivas
aquí en frente- mentí. ¿Cómo le voy a decir que no me iba a gustar? Se
enfadaría. Por mucho que diga que lo hace por estar más unida a mi padre y a
mí, lo hace porque no le llega el dinero para tanto viaje y tiene que buscarse
una casa.- pero me da a mí que aquí vas a pasarlo mal. Búscate un apartamento
en el centro. Así podrás ir de compras.
-No. Encima así conoceréis al chico este majo,
a Álex.- me dijo mi abuela.
No
me gustaban los chicos. No es qué sea una tía que odia a los chicos y tal, pero es que, ningún chico
me había gustado nunca. Desde pequeña solo me fijado en el recuerdo de mi
madre, en el ballet y en él sofá.
Vuelve
a sonar el timbre, pero esta vez va María. Qué raro por cierto…
-¡Hola! Supongo que tú serás Álex.
-Hola,
sí, ¿tú eres…?
-Ja,
ja, ja, qué tonta yo. Me llamo María, soy la hermana de Alicia. Alicia es
aquella- me señaló María- y yo soy su hermana. Encantada guapo.
-Qué
bonito nombre.-dijo Álex.
-¿Cuál?
¿María? Ya. A mí me en…
-No.
Alicia.-le interrumpió Álex a María.
Ese
chico parecía majo. Sí, era guapo, pero tenía pinta de ser un chulo… Y vaya,
eso lo fastidiaba todo. María es muy diferente a mí. Ella es la típica princesa
Barbie y yo soy la típica chica medio hombre. Pues sí, orgullosa de ello
fíjate… Antes qué ser típica niña que le trolea un tío, prefiero ser mari
macho.
Tuve
que presentarme, así que me levanté y me acerqué donde él.
-Hola
Álex, soy Alicia, encantada.- y le di dos besos en la mejilla.
-Hola
Alicia, por si no lo has oído antes, me encanta tu nombre.
-Sí,
lo he oído. Gracias. A mí también me gusta.- y sonreí. No sé por qué. Pero es
la primera vez que un chico de mi edad me hace sonreír sin antes decir un
chiste.
Ese
chico era raro, y eso me gustaba. Pero gustar, en plan amigos. A la que parecía
que le gustaba de otra manera era a María.
Álex
empezó a contarnos lo bien que iba en los estudios y su vida en general,
mientras tanto María no le quitaba ojo de encima. Se le notaba mucho que le
empezaba a atraerle.
-María,
¿me acompañas a por un zumo para Álex?- le pregunté a María para qué quitara
sus ojos de encima de él.
-No.
Prefiero quedarme aquí a escuchar lo que dice. Supongo que no es tan difícil
coger un naranja, exprimirla y echarla a un vaso. No hay que ser ingeniero para
eso.- me respondió borde la muy… la muy
ella.
No
quería cortarle la conversación a Álex. Me gustaba como hablaba. Sabía que
desde ahora todo iba a ser diferente. Un amigo más. O mejor dicho, un verdadero
amigo. Al menos tiene pinta de ser buen amigo, aunque eso lo veré con el
tiempo.
El
siguió contándonos sus historias. Eran verdaderamente divertidas. Con dieciséis
años ha viajado muchísimo, sobre todo le gusta la escalada y ha estado en
muchas montañas escalando.
-Fue
divertido ver como el sol desaparecía poco a poco. La verdad, es escalada es
algo que me ha hecho ver que un deporte te puede hacer feliz y que el amor
existe. Digo qué el amor existe, porque me encontré una cosa qué me hizo verlo. De hecho, cuando estaba escalando y de repente, había una
carta debajo de la piedra, lo qué os estaba diciendo hace nada. Fue lo más bonito que puede leer jamás. Aún la llevo
conmigo, jamás me olvidaré de llevarla. Fijaros, aquí la tengo- y se sacó una hoja doblada, sucia y medio rota de la cartera.- Decía esto: