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domingo, 23 de marzo de 2014

Prólogo + capítulo I



Capítulo 1



Cada vez me siento más sola. Es como si estuviera alrededor de gente que gira en torno a las modas y a los demás. Sin personalidad. No lo entiendo, ¿por qué la gente no viste cómo quiere? ¿Por qué tiene que seguir simple modas feas? ¿Os acordáis cuando antes cada uno vestía como le salía de la polla y no había tantas modas? Antes todo molaba más. Bueno, a lo que iba, que me voy del tema… ¿No te ha pasado por un momento echar tanto de menos a alguien y querer abrazarlo? Pero… el problema está en que no puedes, y eso duele… Duele de verdad. Pero así tiene qué ser. A la vez que alguien viene, se va. 

¡Eh! Si no me he presentado. Soy Alicia, me suelen decir que me parezco a la de ‘En el país de las maravillas’, pero ni por asomo soy igual. Yo sufro bulimia y ella no (o al menos esa parte no la contaban), ella es más alta, más guapa… bueno, la actriz, claro. Podría empezar contando mi biografía, un poco lo que soy y mi vida, pero ni yo sé lo que soy en esta vida, ¿Cómo voy a poder escribirlo? Simplemente, soy Alicia, tengo 16 años y vivo con mi padre en las afueras de Madrid. Eso es lo que puedo contar de mí.




Hace 10 años, en New York…



-¡Papá, corre ven! ¡Mira cuánta gente!

-Sí mi amor, hay muchísima gente esperando a ver ganar la mejor bailarina de ballet del mundo. - respondió mi padre dándome un beso en la frente mientras me abrazaba.
-Yo no soy la mejor, fíjate en esas de ahí… Son hasta más altas qué yo y pesan mucho menos…- respondí un poco triste, ya que mi autoestima se estaba bajando por los suelos al ver tanta joven tan guapa y con tan buen cuerpo.
-No te fijes en eso, pequeña, el físico no importa…
-Sí papá, en esto sí que vale.- respondí interrumpiéndole la frase.
De repente, una voz se oyó desde lo lejos, era un señor chillando. Daba miedo, tenía un aspecto muy malo, la verdad… Aunque a un libro no se le puede juzgar por su portada.
 
-¡Hola, caballero! ¡Por favor, venga corriendo!
-Vera, es que mi hija tiene un concurso que ganar y…
-¡Que venga, le dicho!- le respondió el chico tirándole del brazo a mi padre.
Tuve que ir a prepararme, ¡en una hora salía a concursar! Mi sueño desde siempre… Pero a mí también me cogió una señora la mano y me llevó a los vestuarios. 
-¿Quién eres tú? ¡Déjame en paz o llamaré a mi madre! –dije chillando.
-Sorry, I don’t understand
-Si pues si tu no me entiendes yo menos… - Da la casualidad de qué entendí eso que me dijo porque no hacía más que repetirle lo mismo al profesor de inglés en clase. 
-OK. Please, wait. 
-Ahora ya sí que no te entiendo… 
-¡Hola muchacha! Soy la que te va a ayudar hoy en el concurso a organizar todo. Me llamo Laura.
-Tengo que llamar a mi padre. Bueno, tienes, porque yo no tengo móvil. Le ha llevado un señor a un lugar y me ha dejado sola y ha venido esa señora y ahora tú y… ¿qué está pasando? – Me empecé a poner nerviosa.
-Tranquila, tu padre está con unos señores hablando. Luego viene. Me ha pedido él que venga aquí a estar contigo.
-Vale… pero, ¿él dónde está? 
-Con unos señores. Yo sé lo mismo que tú. Anda, vamos a vestirnos qué falta media hora para que empiece el concurso.
Y así se terminó la conversación. Era simpática la chica, yo le echaba unos 17 años más o menos.

En ese instante, en otro lugar de New York…

-Por favor, no tengo nada, no me haga nada, quiero ver a mi hija actuar, por favor…
-Cállese, soy un chico que ha visto el accidente de su mujer. He visto él móvil y tenía un mensaje suyo que ponía que estaría aquí y he venido por usted para que la vea. También llamé a una ambulancia así que átese el cinturón que vamos al hospital.- respondió el hombre con barba y gafas. 
-¿Qué me está diciendo? ¡No puede ser verdad! ¡No puede ser verdad! 
-Tranquilícese, todo está en buenas manos. Cogí todo lo del coche y lo metí en el mío. Confíe en mí, no le he cogido nada.
-Confío, confío. Pero, ¿cómo sabe usted castellano? Bueno, todo es tan raro… El encontrarme, el accidente, el concurso, el…
-¡Tranquilícese, le he dicho!- le cortó la frase a mi padre.- Ya estamos llegando. Soy español, vine en el mismo avión que ustedes y al ver a esa mujer en el coche herida la reconocí y ya pues solo me faltaba la información de donde estuviera usted. Mi hija vive aquí, y también participa en el concurso. Mire, ya hemos llegado.

Era de noche, las nueve y media de la noche y a las diez empezaba el concurso. Los dos tenían que estar para las diez en el concurso, así que hicieron todo lo posible para ir.

Subieron a la cuarta planta, y ahí estaba ella, mi madre. 
-¡Cariño! ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo te encuentras? ¡Por favor, responde! ¡Te necesito! ¡Te necesitamos! – respondía mi padre llorando arrodillado y cogiéndole de la mano a mi madre.
-Señor… Siento decirle que su mujer no se encuentra bien. No responde. Hemos hecho unas pruebas y aún sigue con vida, por poco tiempo…- respondió un médico.
-Esto no puede estar pasando… Cariño, dime algo, algo…
-Te… te… quiero… a… ti… y… y… a… la… niña…-dijo mi madre ahogándose con las palabras.
-Nosotros sí que te queremos. Pero no te vayas, y menos en estos momentos, no por favor…- mi padre empezó a llorar.
-Lo… lo… siento… mucha suert… te… a… la… pequeña.
-No pidas lo siento, una persona muere cuando se olvida...

Y de repente, empezó a sonar un pitido que marcaba que mi madre no respiraba, y se murió. Fue triste la verdad. Era mi persona preferida en el mundo. Fue triste ver como mi madre moría en un accidente de coche y encima yo sin poder despedirme de ella. Recuerdo que quería estar con ella hasta el final. Sí, esto qué sucedió yo lo sé porque el agradable señor con barba y gafas, llamado Enrique, lo grabó todo con él móvil de mi madre para mí. 

Quedé segunda en el concurso de mejores bailarinas de todo el mundo, y todo fue gracias a mi madre, que hoy en día la sigo queriendo igual e incuso más que cuando se fue. Porque ni la olvidé, ni la he olvidado, ni la olvidaré.


Domingo, 20 de enero de 2013


-¡Maríaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
-¿Qué te ocurre esta vez Alicia?
-¿Se puede saber dónde has dejado mi maravillosa chaqueta de cuero? –dije yo enfadada con la hija de Enrique.

Claro, es que ella vino a vivir a nuestra casa cuando papá y yo volvimos a Madrid después del concurso. Enrique está divorciado y como la madre de María, es decir, la mujer de Enrique está en la cárcel, pues se vinieron a vivir a casa. Al principio estaba bien tener una amiga con la que jugar a las muñecas, compartir vestiditos… Pero eso estaba bien cuando tenía 10 años, con 16 yo y ella 15, pues se pierde la magia.
-A mí no me metas. Esa chaqueta tuya era horrorosa, por Díos. 
-¿Cómo qué 'era'? ¿A qué te refieres con ‘era’? No la habrás estropeado, ¿verdad?
-¿Yo? Ojala. Pero te la dejaste en clase de lengua de Cecilio la semana pasada.  

-Ah, ¿y no sabes cogerla y dármela?
-¿Yo? ¿Coger esa chaqueta? Quita, quita. Allá tú donde dejas tus cosas. A parte, no es mi culpa qué te hechen de clase, no soy tú perro.- me respondió riéndose y cerrándome la puerta de su cuarto en mi cara.
-Chicas, ¿no podéis estar una hora como máximo sin discutir? – dijo Enrique.
-Pues si tú hija fuera un poco más agradable y amable por los demás, sí. Mientras tanto, no.– dije chillando para que me oyera ella desde su cuarto.

-¡Aliciaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! No inventes, por favor. Aquí quien las da, las recibe. Tú me perdiste el top azul que nos compramos en Canadá, pues yo dejo que pierdas tú sola tu chaqueta fea. Míralo por el lado bueno, te he hecho un favor. Te he quitado esa horrorosidad del medio. – me dijo María mientras baja las escaleras aproximándose al sofá del salón. 
Bajé corriendo a donde ella.

-Mira María, te lo he dicho mil y una veces: no entres a mi habitación, ni a pedirme nada ni a verme, ni a coger alguna cosa tuya, ¡nada!- le dije gritando y enfadada.
-Alicia, por favor. Tranquilízate. Sois como hermanas. Hermanas no de sangre pero sí de corazón.- dijo mi padre abrazándome para tranquilizarme.
-Las hermanas se pelean y discuten a veces. Lo raro de estas dos sería que se hablaran algún día sin chillarse la una a la otra.- respondió Enrique a mi padre.
Y así estuvimos debatiendo entre lo bueno de ser hermanas y lo malo y tal, tal, tal… hasta que sonó el timbre, y gracias al timbre, dejamos ese tema estúpido. 
-Ya abro yo, no vaya a ser que la princesa Marilyn se nos rompa una uña.- dije un poco enfadada. Bueno, un poco no. Estaba demasiado enfadada. 
-¡Es que no la aguanto!- dijo ella chillando por el fondo mientras yo me dirigía a abrir la puerta. 

Mientras me diriguia a la puerta veía a una persona. Se la ve difuminada, ya que el cristal de la puerta era asi. Era el rostro de una mujer. No muy alta, tampoco baja, vaya. Cómo me recordaba a alguien… 
Abro la puerta y…
-¡Hola pequeñaja! ¿No te acuerdas de mí? 




Prólogo



-Y ahora, ¿qué hago? ¿Cómo se lo digo? Ah, vale, ya se… (pensé)
Cogí papel y bolígrafo y empecé a escribir.

  Hola, a quien lo lea.

  Mediante esta carta quiero decir que… Me he muerto. Puede que por accidente, o puede que yo lo haya hecho. Sé que suena raro, no sabía cómo empezar esto. Todo es improvisado. No sé quién leerá esto, solo quiero decirte que la vida no me da para más. Exactamente no sé cuánto duraré viva, los médicos me han dicho que unos días. No sabes de qué te hablo, ¿verdad? Bueno, no soy capaz de decirte esto a la cara y por eso escribo esto. Puede que te siente mal, pero piénsalo, o te lo decía o me iba con ello a la tumba. A ti, cariño, qué me diste gran amor en esta vida, gracias. Gracias por estar a mi lado pase lo que pase. Y a ti, mi bicho, ya que cuando seas mayor no estaré para ayudarte, recuerda que soñar es gratis, lo que cuesta es hacerlo realidad... Pero vale la pena intentarlo. Pero sobre todo, vive la vida, disfruta el momento y que no te importe lo que diga el resto. Eres lo mejor, y eso nadie puede negarlo. 

  Bueno, empezaré contando lo que de verdad me está pasando y por qué me pasa esto.
  Cuando yo era joven, con unos diecisiete años aproximadamente,…















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