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domingo, 4 de mayo de 2014

Capítulo VII



Capítulo 7



No le quité la mirada de encima. Ése idiota me intentaba chantajear. Mi cara de asco hacia él era impresionante. Los dos nos dejamos de mirar hasta qué me empezó a hablar Álex. 

-¿Te pasa algo?

-No.- le respondí muy seca. No tenía ganas de hablar con nadie. Mi mañana había empezado mal. Primero las cartas, luego ver a Paula, lo de María y para rematar, sabía quién era él de las cartas. 

Álex me miró mal. Me dio igual. Me dejó sola en la entrada del instituto y cuando me vio fuera del aula ni si quiera me preguntó qué me había pasado. Al final tenía yo razón: es el típico chico qué tontea con las chicas y luego las deja plantadas. Aunque por un momento lo dudé, exactamente ayer a la tarde… Parecía otro comparando con el de hoy. No tenía muchas razones para aceptar la hipótesis qué yo pensaba sobre él, pero me dio igual.

-Alicia, ¿te pasa algo?- me susurró María. Ella tenía cara de miedo, como si yo habría descubierto un secreto. Todo era muy extraño, pero él tío de las cartas no se iba a ir a su casa sin un guantazo mío. 

No sabía cómo se llamaba. Se suponía que sé tenía que saber los nombres de tus compañeros, pero yo solo me sabía los que me importaban y los que siempre intentaban llamar la atención del resto. Así que miré la lista y ahí estaba. Josu. Josu García. ¿Qué mosca le picaba a ese con mi hermana? Sí, hermana. A María la empecé a tomar como una hermana. Como dijo mi padre.

Me acerqué donde él. Me sonreía con una sonrisa sarcástica. El chaval era guapo, no vamos a mentir. Pero las ganas que tenía de romperle la cara no me las quitaba nadie. 

-Hola, guapa.- me dijo.

Le miré mal. ¿Me estaba vacilando o qué? ¿Quién se creía él para decirme guapa?

-Tú, subnormal. ¿Qué dices que le vas a hacer a mi hermana?- le dije mientras acercaba mi cabeza a la suya.

-Luego te digo lo que quiero, ahora, vete.

-¿Tu eres tonto, no? A ver, qué a mí tú no me chantajeas, qué lo sepas.- le dije mientras le agarraba del brazo.

-Qué te calles ya. A la salida estamos y lo hablamos, ahora déjame en paz y deja de llamar la atención. 

¿Pero ese tío que se creía? ¿Qué porque me lo dijera él le iba a hacer caso?

-No me voy a callar porque un subnormal como tú me lo diga. A la salida detrás del instituto te espero, no tarde.- le dije. Y le solté del brazo de mala manera.
María se acercó a mi asustada. Y con ella, Álex. 

-¿Qué te ha dicho? ¿Tengo que pegarle o algo?- me dijo Álex.

-No te preocupes, las princesas hemos aprendido a defendernos solas sin ayuda de un príncipe.- le respondí molesta por lo que había sucedido a la mañana.

-¿Se puede saber qué coño te pasa a ti ahora? ¿Te he hecho algo qué te haya molestado o qué?

-No. Y déjame en paz, vete con tu nueva novia.- y me fui del aula.

-¡Paula no es mi novia!- me respondió mientras me alejaba a la sala de profesores. María vino conmigo. 

-Alicia… ¿Qué te ha dicho Josu?- me preguntó asustada mientras ella agachaba la cabeza. 

-Nada, no tiene importancia. No te preocupes por nada, cariño.- y le di un beso en la frente. 

Ahí estaba Enrique esperándonos. Nos despedimos y María se fue a casa recoger sus cosas y a marcharse al hospital. Yo tenía qué seguir ahí castigada, así que me senté en esos malditos sillones y pasé la mañana ahí hasta que sonó el timbre del recreo. 

-¿A dónde va señorita?- me dijo una voz irritante. No me lo podía creer… No me iban a dejar en paz nunca esos malditos profesores. 

-Al recreo.- le respondí con educación.

-¿El profesor le ha dado permiso?

-No ha pasado por aquí aún, asique no sé.

-Muy bien, entonces vaya a su clase a por el almuerzo y salga al recreo. 

Y con un gracias terminé la conversación. 

No le quería esperar a la salida a Josu, así que me dirigí a buscarlo. Mientras le buscaba una persona cogió mi mano y me paró. Era Álex.

-¿Qué quieres tú ahora?- le dije.

-Alicia, ¿qué te pasa conmigo hoy?- empezó a decirme.- Ven conmigo ahí a la yerba, y vamos a hablar. 

-No quiero, Álex. Tengo cosas más importantes qué hacer. 

-Solo quiero saber qué cojones te hecho.- me dijo él perdiendo los papeles.

-Me has dejado sola en la entrada del instituto y luego cuando estaba en el pasillo ni te has molestado a preguntarme a ver qué me pasaba. Y todo por estar con Paula. Ahora, si quieres, ve a donde ella y estate con ella.- le respondí.

-Alicia… No sabía qué ella era tu “ex” mejor amiga.- me dijo mientras me abrazaba.

-No tiene nada qué ver con eso. Estoy así por cómo te has comportado y por el día que llevo.- le dije mientras le soltaba sus brazos de mi cadera.

-Pues entonces, lo siento. No me había fijado, lo siento. Si quieres algo ya sabes dónde estoy.

-Sí, con Paula. Gracias por recordármelo.- le respondí. Y me fui. 

Fui a buscar a Josu, y no le encontraba por ninguna parte. ¿Dónde se había metido ese idiota? Se oían unos pasos por detrás de mí y con la luz del sol, veía la sombra. 

-¿Me buscabas?

Me di la vuelta y ahí estaba él. 

-Desgraciadamente, sí. 

Era Josu, parecía que había estado detrás de mí todo el recreo, porque no le había visto hasta ahora. Le dije de hablar ahora, pero me dijo que ahora no quería, que prefería a la tarde cuando la gente no estuviera. Asique decidí aceptar y sentarme en un banco yo sola mientras el sol me daba en la cara. Por fin tenía un rato de descanso. 

-¿Qué hace usted aquí? Debería de estar en la sala de profesores.

Madre mía. Ni dos minutos me dejaban tranquila. Ya estaba el toca pelotas de Cecilio mandando. Parecía que le molestaba mi ausencia en el planeta. Decidí no contestarle y así por lo menos se iría. Pero no resultó. Me volvió a repetir lo mismo unas tres veces hasta que tuve que responderle.

-Me está tapando el sol.- le dije.

-Señorita, por enésima vez, ¡a la sala de profesores!

-Una profesora me ha dado el permiso de salir al recreo. Ahora, si no le importa, ¡déjeme en paz!

Me cogió del brazo e intentó llevarme a la sala de profesores. Me estaba haciendo daño y le dije que me soltará. No me hizo caso, y le solté un puñetazo en el brazo. Rápidamente me soltó y yo pude ir tranquilamente hasta el banco donde estaba. Pero vino una profesora, la misma profesora qué olía a fresa y tabaco. Me dijo que iba a estar dos días expulsada del instituto, aunque me daba igual. Bueno, por parte no. Pero yo tenía qué defenderme, y así lo hice.

Las tres horas de clase qué quedaban las pasé en dirección con la directora del centro. Definitivamente tenía una expulsión de dos días. Yo me quejé, ¿y la parte qué él me cogió del brazo qué? Pero él negó esa parte. Le dijo a la directora que simplemente me dijo amablemente de ir a la sala de profesores y que como yo no quería le pegué un puñetazo. En fin. Lo que hay que aguantar. 

Sonó el timbre y me fui del despacho de la directora. Mientras salía del centro vi a Álex con Paula, qué raro… Me miró, pero me quitó la mirada de encima. Yo me dirigí al sitio donde había quedado con Josu. No había llegado aún, así que me tumbé y empecé a leer un libro. A los diez minutos una persona qué olía a One Million (la colonia de Paco Rabanne) se tumbó encima de mí y me dijo:

-Qué guapa estás cuando lees.

-¿Josu?- dije asombrada.

-Dime.

-Quítate de encima de mí.- le respondí mientras miraba sus ojos verdosos. Rápidamente y con cuidado se quitó. Guardé mi libro de Abbi Glines y nos sentamos los dos apoyados en la pared de detrás del instituto. 

-¿Qué problema tienes con mi hermana?- le dije para romper el silencio. 

-Deberías de saberlo muy bien. Mucho la defiendes, pero parece mentira qué no sepas lo qué me hizo.- empezó a contarme.

-No sé de qué me hablas, Josu. María y yo no solemos contarnos nada. Es más, ella no sabe lo de los papeles esos qué me envías todas las noches. 

-Te equivocas. María es la primera qué sabe todo sobre las cartas. 

-¿Qué?- dije asombrada. María no me contaba nunca nada. Bueno, tampoco era yo alguien para decir eso, porque yo le he ocultado lo de los papeles. 

-María empezó a chatear con una tía por un chat. Me metió a mí y empezó a insultarme como una loca. Yo no entendí nada. Le dije que se calmase y siguió. Al día siguiente en los baños del instituto me crucé con ella y me pegó tal puñetazo qué dejé de asistir a clase durante dos semanas porque tuve que estar en el hospital ya que me rompió la mandíbula.- empezó contándome. Yo estaba alucinando.- Mi padre quería poner una denuncia pero le supliqué que no os denunciará. María era bipolar, cuando quería me hablaba bien y cuando no, mal. No me volvió a tocar, pero si a amenazar. 

-Para un momento.- le corté a Josu.- ¿Qué tiene que ver esta historia con lo de los papeles anónimos? 

-Déjame terminar, Alicia.- me dijo. Me callé y estuve atenta a sus palabras.- María me amenazó, como te estaba diciendo. Empezó amenazándome con unos papeles metiéndolos en mi mochila. Sus amenazas eran muy fuertes y empecé a asustarme. Yo no sabía quién era, hasta que la pillé metiendo unos papeles en mi mochila una tarde. No le dije nada y pasé del tema. Entonces es cuando le devolví la jugada. Ella me dijo que la de las cartas eras tú, entonces te las empecé a meter en tu habitación. 

Yo estaba alucinando en colores (por no decir otra cosa). ¿Qué estaba haciendo María? Y para el colmo… ¡Había dicho qué era yo! ¡Me había metido en un problema qué no tenía nada qué ver! Me froté los ojos de la desesperación y él entonces me cogió de la cintura.

-¿Se puede saber qué haces?- le pregunté.

-Intentar calmarte.- me dijo.- Alicia… ¿Eras tú la de las cartas en la mochila?

-¡Como iba a ser yo! ¡Si ni siquiera me sabía tú nombre!

-Esto es demasiado raro… No entiendo nada.- dijo Josu mirando a la carretera de en frente.

-¡Yo si qué no entiendo nada!- le dije.- No entiendo nada, ni las cartas, ni la historia, ni lo qué ponías en las cartas… ¿A qué venía esa carta en la que ponía “No juzgues las acciones de nadie, sin conocer sus motivos”?  ¿O la siguiente qué mandaste qué ponía “La perfección es aburrida, no la busques; disfruta de los pequeños errores y aprende de ellos. Nacimos para ser felices, no perfectos”?

-En las cartas qué escribió María haciéndose pasar por ti, empezó a poner cosas y a insultarme. Y la segunda, iba porque me dijiste qué jamás iba a llegar a ser perfecto, y bueno, respondí eso. 

-Esto es alucinante de verdad… A cualquiera qué se lo cuentes…- dije. 

-María ésta loca y punto.- dijo él. 

Ese comentario sobraba. 

-¿Pero tú qué dices, idiota? ¡A María ni se te ocurra volver a llamarla loca que te parto la cara, eh!- le dije chillándole mientras junté mi cabeza a la suya para darle un cabezazo.

-¿Yo qué quieres qué haga si está loca? ¡La estas defendiendo cuando te ha metido en un problema!- siguió chillándome él. 

Oí unos pasos, pero me dio igual, tenías ganas de pegarle la leche qué no le había pegado antes. 

-¡Porque María es como mi hermana y la voy a defender siempre y ni tú ni nadie la va a insultar! ¡Solo tengo derecho de insultarla yo y nadie más!

-¡La insultaré las veces qué me dé la gana, qué tu no me mandas niñata! 

-¿Niñata yo? Ja, ja, ja. ¡Lo dice él mismo qué mandas cartas anónimas para dar miedo!- le seguí diciendo mientras subía mi tono. 

-¡Solo seguía el juego a la estúpida de María!

-¡Te dicho qué no la insultes, gilipollas!

-¡Y yo qué no me mandes!- me respondió chillándome aún más fuerte.

-¡Pues déjame en paz, idiota!

Y me besó.

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