Capítulo 10
“Se empezaron a oír unos ruidos mientras
dormía. No me hacía la idea de qué podía ser, pero al estar en el hospital
supuse que serían los del piso de arriba. Vi que mi padre ya no estaba en la
habitación. En realidad me asuste, pero pensé qué el pobre no pudo dormir y se
tuvo que ir a dar una vuelta por el hospital. O al menos eso hizo la última vez
qué vinimos al hospital por mi enfermedad. En un día han pasado demasiadas
cosas… Y claro, aún no sabía lo de mi expulsión. Y tampoco sabía cómo
decírselo…
Oí otra vez ese ruido. Me empezaba a
asustar.
-¿Quién es?- dije mirando por todos los
lados de mi habitación. Empecé a ver unas sombras por la ventana. Solo un loco
escalaría la pared del hospital, ¿qué pretendía robar en un hospital? Alucinaba
con este mundo.
Se abrió la ventana de mi habitación, bajé
corriendo asustada a la parte inferior de mi cama, es decir, al suelo.
-¿Alicia?- dijo una voz reconocible. No
podía ser verdad…
-¿Álex?- dije en voz baja mientras asomaba
la cabeza por encima de la cama para ver de verdad era él.
-¿Dónde estás? Voy a encender la luz…-
dijo mientras me pisaba la mano.
-Debajo de tu pie. Por favor, muévete.
-¡Lo siento!- dijo mientras se dirigía a
la puerta de la habitación donde estaba el interruptor de la luz.- Ja, ja, ja ¿qué
haces debajo de la cama, loca?
-No sé tú, pero no es muy normal que entre
alguien por la ventana de un hospital a las 03:30 de la mañana. – dije
mirándole. Me hizo mucha ilusión que viniera a verme, aunque mi expresión
demostrara lo contrario.
-Me enterado que te caíste de la bici.
¿Cómo te encuentras?
-Bien… supongo.- dije mientras él me
miraba. No quise pensar mis pelos… Estaban fatal, pero bueno, estaba en el
hospital. A parte, hay confianza.
-¿Quieres que me quede esta noche
contigo?- me dijo mientras me acariciaba la mejilla.
-Hombre, por querer… Pero mi padre estará
al venir.- dije mientras agachaba la cabeza y me reía. Me levanté del suelo y
me senté en la cama.
-Ven conmigo, vamos a fuera.- me dijo
mientras me cogía de la mano y me llevaba a la ventana.
-¿Estás loco? No voy a irme del hospital,
mi padre esta al venir.- le respondí mientras solté mi mano de la suya.- De
todas formas, gracias por venir. Pensaba qué no ibas a venir a verme.
-¿No vas a vivir la vida un poco? Hagamos
una locura.- me dijo mientras señala la ventana. Él vio que mi cara seguía con
la misma expresión de antes.- Venga, ¿confías en mí?
-No lo sé. No sé porque fue mi accidente,
pero una de las razones fuiste tú. Estaba mal, fui a verte, escale el puñetero
árbol de tu habitación y aun así, vi que estabas con Paula.
-Si… Pero Paula se enfadó y se fue.
-Ya… ¿Por eso has venido?
-No… Quería verte.- me dijo mientras me
cogía otra vez de la mano.- Y pedirte perdón.
-Ja, ja, ja. Aún tienes que convencerme
para irme contigo una noche entera. Bueno, lo que queda.
-¿Convencerte? Eso es fácil.- me
respondió. Se sacó de los bolsillos una bolsa llena de chocolate.- ¿Ya?
Mi sonrisa fue la nunca vista. ¡Chocolate!
¡Me trajo chocolate!
-Mmm… Aún falta.
-Mmm…- me respondió. Se puso de rodillas,
me cogió la mano, y puso una voz grave.- Princesa, ¿quieres venir a dar una
vuelta conmigo?
-No podías ser más ñoño, no… Ja, ja, ja.
Me puso un anillo de chocolate en el dedo,
y nada más ponérmelo me lo comí. Fue tan graciosa la situación…
Salimos a la calle por la ventana, él era
ágil así que salto primero. Luego fui yo, con mi blusón azul del hospital y mis
zapatillas de casa.
-¡Qué me caigo! ¡Esto está muy alto,
Álex!- le dije mientras me agarraba al extremo de la ventana.
-¡Salta! ¡Yo te cojo!
-¡Prométeme qué no me voy a caer!
-¡Te lo prometo!
Creí en él y me cogió. Fuimos hasta un
prado que estaba al lado del hospital. Apenas había luz, era demasiado de
noche. Nos sentamos en un árbol, y empezamos a hablar. Todas las cosas que
decía me hacían sonreír. Era tan sabio. Todas sus frases eran filosóficas. Me
encantaba.
-Como siempre digo, éste mundo se va a la
mierda.
-Tienes razón. Esta sociedad apesta. La
gente solo sabe copiar y copiar.
-Y los políticos, robar.
-Yo en temas de política no me meto…
Pienso igual qué tú, pero esos temas los odio.
-A mí no es qué me encanten, pero ojalá
todo el mundo se diera cuenta de todo. Ojalá todos abran de una puta vez los
ojos y se den cuenta en el país en el que vivimos.
-Nadie es tonto, Álex. Todo el mundo sabe
en la situación en la que estamos.
-Como dice el gran Alex Pimentel: El
sistema ha convertido el mundo en una jaula, aunque sea de oro sigue siendo
jaula. Fíjate, mira qué razón tenía esté hom…
-Álex…- le dije mientras le cortaba la
frase- ¿Qué vas a ser de mayor?
-¿A qué viene esa pregunta?
-No sé. Siempre hablas de igualdad, de lo
contra que estas de la sociedad y además, todo lo dices con frases filosóficas.
-Me encanta la filosofía. Y lo de la
igualdad y así… Son simplemente temas de los que suelo hablar.- me respondió
mientras se tocaba el pelo. Se notó qué le gustó mi comentario.
-Entonces… ¿Escribirás un libro algún día?
Yo sería la primera en comprarlo, te lo aseguro.
-Ja, ja, ja.- me respondió mientras agachaba
la cabeza.- Eso es un paso muy grande, prefiero que el destino me lleve.
Gracias de todas formas, Alicia.
-No te lo digo para animarte ni mucho
menos. Me encanta como hablas. Siempre que hablas así se me abre el corazón, me
lleno por dentro. Hablas demasiado bien para ser tan joven, y aun que para
algunas cosas sea muy inmaduro, para otras eres bastante maduro.
-¿Inmaduro? ¿A qué te refieres con
inmaduro?- me respondió bastante serio. No quería que le sentara mal, pero el
acto suyo con las chicas es de inmaduros. Y nunca me callado nada.
-No te lo tomes a malas, pero… Parece qué
utilizas a las chicas. Y eso te quita muchos…
-¡Cállate! ¡Cállate porque no me conoces!
Paula es una chica maravillosa, y tú era una muy buena amiga. No juzgues a las
personas sin conocerlas demasiado bien, o simplemente por un acto suyo. Si
supieras mi pasado, te hubiera dejo hablar, pero he cambiado, y todo eso qué
dices de las chicas, lo hacía antes. Así que, si no te importa, cállate.
-¡Oye, no te pases! Es lo qué aparentas,
nada más.- le respondí de mala manera.
-Pues tu opinión me importa una puta
mierda, por si no te has dado cuenta.
-¡A mí no me hables así!
Se levantó, se limpió los pantalones que
tenía llenos de yerba, se acercó a mí, y me pegó un tortazo. Me dejó sola y lo
peor es que no sabía qué hacer, ni a donde ir… Me dolía la cara del tortazo qué
me dio, pero más me dolía el corazón por lo que sucedió.
-¿Alicia? ¿Estás bien?
-¿Álex?
-¡Uf! ¡Menos mal! Pensaba que te habías
hecho daño y que habías dejado de respirar.- me dijo Álex mientras me daba
besos en la frente.
-¿Qué hago en el suelo?- le respondí mientras
pestañeaba.
-Saltamos por la ventana hace una hora y
al cogerte, del miedo que cogiste, me empujaste y te caíste.- me empezó a decir
mientras me ofrecía su mano para poder levantarme.- ¿Quieres que vayamos al
lago de aquí al lado, o prefieres irte a dormir? Yo ya te dicho, vayas a donde
vayas, voy quedarme contigo toda la noche.
-Preferiría quedarme en la habitación del
hospital descansando, pero de pensar que tengo que subir otra vez este muro…
¡Me dan escalofríos!
Todo había sido un sueño. Menos mal…
Llegué a pensar qué Álex me pegó. Si me hubiera pegado, lo hubiera matado… ¡A
mí nadie me pega!
-¿Estás bien, Alicia? Te noto un poco
rara.- me dijo Álex mientras me cogía de la mano.- ¿De verdad que no prefieres
ir al hospital a descansar?
-Estoy bien… Simplemente me duele un poco
el culo.- le contesté. Empezó a reírse y no supe por qué.
-Es normal, al empujarme te caíste de
culo, ja, ja, ja.
Le miré con ojos de alegría, aun que en
verdad me estaba matando el dolor del culo. Pensar en el sueño que tuve me
estaba matando. Fue una verdadera pesadilla.
Llegamos al lago, era verdaderamente
bonito verlo desde el amanecer. Me encantaba desde pequeña ese lago. Era tan
bonito… Siempre había patos y unas canoas para dar una vuelta por el lago. Todo
el parque estaba lleno de yerba y árboles. Álex se subió a un árbol, y de
después me subí yo. Me cogió de la cintura y me dijo:
-Aún sigo sin comprender porque te ves gorda.
Mírate, estás preciosa Alicia.
-No quiero hablar de esto ahora, Álex…
Me acarició el moflete y luego los labios.
-Alicia, nadie debe opinar nada sobre ti.
O lo que opinen, te debe de dar igual. Sabes que nadie es perfecto, olvida lo
que te digan los demás. Quiérete, eres genial.
-Álex, te dicho qué no quiero hablar de
ese tema. Hay mil temas de los qué hablar, ¿y solo se te ocurre ese? Creo que
no es el mejor momento.
-Tienes razón, solo quería ayudarte.
-Me ayudas, y te lo agradezco. Pero no
tengo mi día sabes…
-Hoy es un nuevo día. Es más, lo estamos
viendo amanecer. ¿Alguna vez has visto amanecer?
-La verdad es qué no.- le dije mientras me
sonreía. Su perfecta dentadura era… Igual de perfecta qué su sonrisa y qué sus
ojos.
-¿Sabes? Los mejores momentos son los que
uno no los espera.
-¿Intentas decirme qué estás viviendo uno
de tus mejores momentos?
-Te estoy diciendo que a tu lado todos los
momentos son los mejores.
Esa frase me sacó tal sonrisa qué me
avergoncé. Ese chaval sabía hacerme sonreír, y eso pocas personas lo hacían.
-Cada noche pienso en mi madre. En qué
sería de ella sin mí. Cuando era pequeño, a veces la odiaba. Pensaba que era la
peor madre del mundo. Pero se fue… Se fue a New York y no supe nada más de
ella.- me dijo Álex mientras miraba al sol. No paré de mirarle.
-Yo… La buscaría. Intentaría buscarla,
algo. Yo sé dónde está mi madre, y está en el cementerio. La tuya está viva,
estoy segura de eso, Álex. Nunca pierdas la esperanza.- le respondí mientras le
acariciaba la espalda.
-Alicia… Nunca me había sentido tan bien
junto a alguien. Te conozco de hace nada, pero… Gracias.
-¿Gracias? ¿De qué?- le dije.
-No sé, antes era incapaz de desahogarme
con alguien. Ahora estoy mejor, me desahogo contigo y me siento mejor. En esta
sociedad hay demasiada humanidad, pero pocos humanos. Y en realidad, pensaba
qué ya no existían humanos. Pero te conocí, y vi qué sí. ¿Ves? El destino.
-¿El destino?- le respondí confusa.
-Sí. Mi abuelo siempre me lo decía: El
destino pone a cada uno en su lugar.
No supe qué responderle, así que
simplemente miré al sol y el reflejo qué dejaba en el lago. No paró de mirarme
en todo el rato, pero yo me hice la loca y seguí mirando el sol.
-No te hagas la loca, sé qué sabes qué te
estoy mirando.- me dijo mientras se reía.
-Menudo trabalenguas, ja, ja, ja.- le
respondí mientras los dos nos mirábamos.
-Alicia, gracias por escucharme siempre,
te lo he dicho antes, ¿verdad?
-Sí, pero para mí siempre será un honor
escucharte. Adoro tus palabras. Me encantan tus palabras.
-A mí me encantas tú.
-Tampoco te pases…
-No me paso. Fue verte por primera vez y…
Joder Alicia, eres la chica qué buscaba.
Sus palabras me pusieron roja del todo.
Nunca me habían dicho eso. Nunca había cambiado por nadie, y pensar que le
gustaba a alguien, siendo como soy… Me alegraba un montón.
-Me encanta cuando te pones roja…- me dijo
mientras me tocaba la nariz. Me encantaba qué me hiciera eso.
-Siempre me haces ponerme así.- le
respondí mientras agachaba la cabeza.- ¡Te odio, idiota!
-Ja, ja, ja. Se tú punto débil, Alicia. No
me culpes por eso.
-Eres el único que lo sabe y tranquilo, no
te culpo por eso, señor Álex.
Me miró a los ojos, puso su nariz junto a
la mía y poco a poco se empezó ha acercar hacia mí.
-Eres aún más preciosa desde cerca. ¿Nunca
te lo habían dicho?
-La verdad es qué no… Pero con qué me lo
diga una persona con ojos verdes como tú, me conformo.
-No te tapes la sonrisa, anda.
-Es que no me gusta mucho…
-Pues créeme, tú sonrisa debería de estar
en la siete maravillas del mundo.
Mi corazón iba a cien por hora. Este era
el momento qué estaba esperando desde hace mucho tiempo. Álex y yo estábamos en
un lago, al amanecer, sentado encima de un árbol y a punto de besarnos.
-Álex, bésame.
-¿A qué tanta prisa?
-Pronto será de día, vendrá la médica a
hacerme pruebas y tendré que despertarme.”