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martes, 29 de julio de 2014

Capítulo XI




Capítulo 11




Miércoles, 23 de enero de 2013


  -Alicia, ¿estas despierta?- me susurró mi padre al oído. 

  -¿Álex?- dije mientras le miraba a mi padre. Aún no había reaccionado, estaba en un estado qué no llegaba a reconocer a nadie. Seguía en mi sueño, en mi precioso su… 

  -¿Pero qué…?- dije asustada, frotándome los ojos y asustada.

  -¿Ocurre algo, Alicia?- me dijo el doctor mientras me tocaba la frente para ver si tenía fiebre.

  -No… Lo siento, ha sido un acto de reflejo.- contesté mientras parpadeaba los ojos para intentar ver todo con claridad. No quería pensar que fue un precioso sueño… 
Álex era mi amigo, un nuevo amigo que había conocido, pero algo me decía que me podía atraer o… simplemente lo decía yo. Me desmayé al oír la palabra ‘bipolar ‘y en el desmayo me entró el sueño. Qué pena que los sueños no se hagan realidad ¿no? Aunque… Mirándolo desde el lado negativo, si los sueño se cumplieran, las pesadillas también… Aunque dudo que peor pesadilla que mi vida, no hay otra. 

  Estuvieron hablándome y diciéndome todo. Me aclararon que la que tenía bipolaridad era María, por un lado me lo imaginaba… No hacía más que cambiar de opinión cada segundo… pero pensaba que eso era la adolescencia y sus hormonas o yo qué sé. Lo que no me habían contado fue  lo que yo tenía… Supongo que no sabían lo que tenía, aunque tuviera en la cabeza una brecha enorme, me dijeron que me tenía que hoy era mi último día ahí. La verdad es que con la tontería de la caída de bici, no tuve la oportunidad de contar lo de mi expulsión y solo me quedaba un día de expulsión… 

  -Alicia, tienes una visita.

  -Sí, que pase, por favor.- le contesté a mi doctora, Laura.

  -Hola… Me enterado de tu caída y he venido en cuanto he podido. ¿Cómo te encuentras?

  -¿Qué haces tú aquí?- le pregunté a Josu. Sé que debería alegrarme, bueno, no sé, estaba muy confusa. Pero tampoco me esperaba su visita… Me esperaba la de Álex, no sé, un ‘lo siento’ le habría quedado de puta madre, ya que mi caída fue por el disgusto de verle con Paula…

  -Bueno pues… Venir a verte. Tenía ganas de verte y encima me enteré ayer a la noche por las redes sociales que te caíste y bueno… - me respondió mientras él agachaba la cabeza. Me encantó el detalle de las rosas y sobre todo el detalle de venir a verme…

  -Pues… muchas gracias de veras. Gracias por preocuparte y venir a verme. Para mí ha sido un detalle bastante bonito, de veras. – le respondí mientras le sonreía.

  -Me encanta cuando sonríes. – me dijo mirándome a los ojos. No me esperaba que esas palabras salieran de su boca y menos en estos momentos.

  -Bueno… - dije mientras agachaba la cabeza y miraba para la ventana para quitar ese incomodo momento.- ¿Tú no deberías de estar en clase?

  -Debería, pero las dos primeras horas hay examen de Literatura española y geografía, y yo ya he hecho los exámenes de esos dos temas el trimestre pasado y ahora no tengo que hacerlo. Entonces he venido aquí y bueno, eso.

  -¿Literatura española? ¿Cuándo hemos dado eso? – dije confusa. Me estaba alegrando de la ex pulsación, si no llega a ser por ella estaría haciendo el examen…

  -Pues a principios de curso Alicia, ja, ja, ja ¿ya no te acuerdas o qué?

  -Pues no, ja, ja, ja. Debes de darme clases ahora mismo eh. – le respondí. ¿Por qué dije eso? Ni idea. Pero me salió al momento… Aunque él sonrió y asintió con la cabeza, así que eso no quiere decir nada malo. 

  -Dices de mi sonrisa, pero la tuya… - le dije. Vale, esa vez sí que me había pasado.

  -¿Vas a comparar mi sonrisa con la tuya? Mírate bien, eres preciosa y tú sonrisa encima ayuda en ello.- me respondió mientras se acercaba a mí. En realidad tenía ganas de besarle de nuevo, y verle tan cerca de mí hizo inclinarme hacia él y…

  -Kaixo! Egun on pitxina! 

  Se abrió la puerta y resultó ser Nahikari.

  -¡Ostras! ¡Lo siento! Creo que he venido en un mal momento… - dijo mientras abría otra vez la puerta para marcharse.

  -¡Que va! Si él me estaba enseñando… ¡su nueva encía! – le respondí a mi prima. Dije una tontería y sabía que no iba a creérselo, pero bueno, por intentarlo no iba a perder nada. Josu me miró con cara sospechosa cuando dije lo de la encía, y yo me reí.

  -Bueno, entonces me quedo. Hola, soy Nahikari, prima de Alicia.

  -Kaixo, ni Josu naz eta Aliciaren laguna.

  -Zuk ere berba egiten duzu euskaraz? Ezin dut zinetsu!
 
No entendía ni una mierda de lo que decían, era verdaderamente raro, supongo que el nombre ‘Josu’ es vasco y entonces sabía euskera.

  -Ja, ja, ja, Alicia, ¡Josu es vasco! ¡Qué alegría encontrarme a un vasco por aquí! - me dijo Nahikari. Yo estaba alucinando. No sabía ni qué decir.

  -Bueno, chicas… Os dejo solas. Un placer haberte conocido Nahikari, y cuídate Alicia, recuerda la tarde de estudio que nos queda…- dijo Josu después de darme un beso en el moflete. Cómo me gustó el puñetero beso. 

  -Bueno, Alicia… ¿Qué es eso de que sufres bulimia?

  -¿Perdón? ¿A qué viene eso?- le respondí a mi prima confusa. No tenía ganas de la misma charla de todos los días. 

  -Tú eras una chica que comía de todo y que vivía para comer. Te encantaba todo y sobre todo jamás dejabas de comer. ¿Qué te ha pasado?

  -Empecé a sentirme gorda y ya está. No quiero hablar sobre esto ¿vale? 

  -No, no me vale. Esto no es un tema de un día para otro. Es un tema grave. 

  -Mira Nahikari, mi mejor amiga sufre anorexia, fuma porros y encima esta con unas chicas que ni le hacen bien. Intento hablar con ella pero no se deja. Ella sí que necesita una charla de estas y no yo.

  -Pero a mi tú mejor amiga me da igual, a mí me importas tú. 

  -¡Pues a mí me importa la verdadera historia de mi madre y aquí estoy! ¡Confusa! ¡Sin saber qué hacer ni nada! ¡Llorando día tras día para volver a verla y me es imposible porque murió de cáncer!

  -¿Pero no murió en un accidente?

  -Mira, lee esto… Eres la única persona que lo va a leer, solo lo sabemos tú y yo esto.- le respondí mientras sacaba una caja de debajo de la cama del hospital. Ahí tenía guardada la carta de mi madre, aunque aún no tenía asumido la tragedia. Nahikari mientras la leía me estaba abrazando y por medio se le caía una lágrima qué otra. 

  -Buenos días, guapísima.- me dijo otra vez Laura la médica mientras me traía el desayuno. Al ínstate guardamos la carta para que no preguntara sobre ella.

  -Buenos días, Laura. – Le dijimos las dos mientras le sonreíamos para disimular las lágrimas.

  -¿Y esas caras? ¿No veis el día hace? Anda, por favor, sonreír.- nos dijo mientras se acercaba hacía nosotras para darnos un abrazo de buenos días.
  -Es que hemos recordado viejos tiempo y bueno… ya sabes.- le respondió mi prima.

  -Bueno, Nahikari. Creo que va siendo hora de irte, tiene que comer tranquila Alicia y encima están esperando abajo en la calle más gente para ver a Alicia.- le dijo Laura a Nahikari mientras Nahikari me daba un beso en la frente.

  -Adiós, prima. Cuídate ¿sí? 

  -Aquí estaré.- le respondí mientras hacía un gesto de despedida con la mano. 

  Entonces, me quedé sola. Cogí mis auriculares y mi IPod y puse You're beautiful de James Blunt. Esa canción me hacía recordar todo lo bueno qué he pasado en esta vida, pero también lo malo. Me acordaba de mi madre, pero también llegue a recordar a Álex. Y de Álex, a Paula… Qué buenos tiempos eran con Paula, todas esas risas qué no echábamos, todos los momentos vividos, no sé… confiaba muchísimo en ella y por mucho qué el tiempo cambie, y las personas también, de alguna manera u otra no podía parar de quererla. No podía verla llorar y no ir a donde ella. Estaba en un pozo sin salida, estaba metida en todos los sitios donde jamás la iba a ver. La necesitaba, de alguna manera u otra, la necesitaba. Y todos los momentos vividos,  ¿dónde se han quedado? Desde luego que se los habrá llevado esa cantidad de humo que echa de la boca cada vez que fuma. Tantos hermanos falsos que fallaron en las malas… Y solo digo que nunca quise hacerle daño, pero todo se nos fue y aunque ahora somos como extraños yo jamás la olvidaré…  Qué habrá sido de ella… Aunque de una cosa estoy segura… Soy lo que soy por nacer donde he nacido. Y ya pueden venir mil tormentas, que siempre sale el sol y yo nunca dejo de sonreír. 

  El reproductor de música cambió de canción y automáticamente empecé a oír La respuesta no es la huida de Maldita Nerea. Oh, Maldita Nerea… Ese grupo tenía unas canciones con unas frases que te hacen pensar y no poder dormir. ‘No todo está perdido…’ y qué razón. No todo está perdido… ‘Y aunque ahora el mundo gire en otra dirección, eres tú quién le da sentido…’ Haz lo que dice tu dormido corazón, no todo está perdido…’ 

  Se me cayó la lágrima por segunda vez… Asique decidí levantarme y dar una vuelta por el hospital. Estaba claro que no iba a desayunar. Entonces cogí mi IPod, abrí la puerta y me fui. Por el pasillo veía como en la pared estaban pegadas pegatinas enormes qué ponían frases. ‘Lucha por tus sueños, pase lo que pase, pero no dejes de hacerlo. Soñar es el camino a la felicidad.’ ‘Deja ya de soñarlo y comienza a conquistarlo; si se da, bien; si no, a olvidar y seguir adelante.’ ‘Todo el mundo quiere felicidad sin dolor, pero no se puede tener un arcoíris sin un poco de lluvia.’ Y entonces se volvió a cambiar de canción, esta vez ¿no podíamos ser agua? De Maldita Nerea, otra vez. ‘Y aunque me canse y vengan miles de días grises…’ ‘Me suena grande, los imposibles también existen…’ Y de repente me oigo unos pasos de velocidad que se van acercando poquito a poco hacia mí y… 

  -¡María! ¡Qué alegría verte! ¡Qué bueno tenerte! 

  -¡Buenos días, preciosa! ¡Qué ganas tenía de verte! Me asusté muchísimo anoche, ¿qué te pasó? – me dijo mientras me abrazaba y me besuqueaba la cara. 

  -Bueno, la noticia me fue grande y me desmayé y luego pues me dormí. Fue un día bastante largo y se me acumuló todo y bueno… Y tú qué, ¿Qué tal llevas lo de la bipolaridad?

  -El doctor me ha vuelto a hacer pruebas y… Tampoco sufro una bipolaridad de las grandes. Estoy empezando, pero de momento es una hipótesis.- me dijo mientras sonreía. La verdad, es que ver esa sonrisa me hacía ser otra. Perdí a Paula, pero esta estuvo ayudándome después de todo y bueno… Se lo agradezco muchísimo, aunque a veces me ponga histérica.- Por cierto, te busca tu padre, no está muy alegre la verdad, por no decirte que está llorando… 

  -¡¿Qué?! ¡Qué le pasa! ¿No le has preguntado?- le respondí asustada.

  -Hombre, he supuesto que era porque estábamos las dos en el hospital.- su respuesta me relajó. Tenía razón, seguramente iba a ser por eso. 

  -De todas formas, ¿dónde está?

  -Abajo con el abuelo de Álex.

  Álex… Álex… 

  -¿Esta Álex?- dije mientras sonreía.

  -No.

  -Joder… Voy a darlo todo por perdido…

  -¿Qué pasa, Alicia? 

  -Nada, me marché el otro día y no he vuelto a saber nada de él. Pensaba que iba a venir a verme, la causa de mi caía fue por él, bueno, más o menos… 

  -¿Te tiró de la bicicleta y luego huyó? Qué fuerte…- me respondió mientras se tapaba la cara. 

  -¡María, por favor! ¿Cómo me va a tirar y luego encima huir? 

  -No me sorprendería la verdad...

  Su respuesta me dejó parada. No sabía que responder a eso. No sabía que María tenía una mala impresión sobre Álex.

  -Me voy a buscar mi padre, hasta luego, pequeña.- le dije mientras me alejaba del pasillo y me dirigía a la entrada del hospital donde estaba mi padre. Por el camino vi a mogollón de gente herida: uno tenía la cabeza vendada y el ojo hinchado; otro tenía el hueso del codo salido y la nariz torcida; otra sangraba de la cara y le faltaba un pie… Me faltó poco para vomitar… Y empecé a correr, no quería seguir viendo a gente así y bajé las escaleras y ahí estaba mi padre. Seguía corriendo y al acercarme donde él, me cogió y me quedé encima de él mientras me besaba la frente. 

  -Cariño… Vamos a tu habitación.- me dijo mientras me bajaba de su cintura y me cogía de la mano dirección el ascensor para ir a la habitación. 

  -¿Estas bien, papa?- le dije mientras le sacaba sus lágrimas con mi dedo índice. Pero su respuesta fue un rechazo. 

  Llegamos a la habitación, me tumbé en la cama, se sentó conmigo y empezó a decirme mientras me tocaba el pelo:

  -Pequeña mía… Tu abuela… Tu abuela ha…

  -¿Qué le ha pasado a la abuela, papá? 

  No me respondió. Simplemente bajó la mirada, y esa expresión ya me la sabía. Cuando falleció a mi madre hizo lo mismo, asique podía imaginarme la respuesta a mi pregunta sin decir nada. 

  -¿Ha muerto, verdad?

  -Sí… Tú abuela sufría cáncer y nunca quiso decirlo. Todos esos viajes que decía que hacía, eran mentira. Se pasaba todo el año en el hospital y para no hacernos daño se lo inventaba todo… Y bueno…

  -Papá, mamá murió también de cáncer.- le dije mientras le cortaba la frase. Su mirada no fue sorprendente. Algo me decía que él ya lo sabía…- Tú lo sabías, ¿verdad?

  -Sí, pero me he enterado esta mañana junto a la muerte de tu abuela. Ha fallecido esta noche en su casa. Ahora está en una habitación del hospital, tercera planta. ¿Quieres ir a despedirte de ella?

  -Sí.- le respondí a mi padre mientras me levantaba de la cama e iba hacia la puerta. No tenía gran relación con mi abuela, pero… Se ha muerto, y ya no me queda nada como una madre a la que querer. 

  Ya había llegado a la tercera planta. Sin ganas, sin ganas de vivir… Toqué la puerta y ahí estaba el abuelo de Álex. 

  -Hola, Alicia. Lo siento mucho.- me dijo el viudo.

  -Yo también lo siento…

  -Aquí te dejo con ella, guapa.- me dijo mientras me daba un último abrazo y se iba de la habitación.

  Ahí estaba ella. Con los ojos cerrados. Maquillada –como siempre- y tan guapa…

  -Abuela. Sé que te has ido. Te has ido junto a tu hija. Sé que no hemos pasado los mejores años de nuestras vidas juntas, pero para lo poco que he estado contigo, no he podido pasármelo mejor. Has sido una segunda madre. Yo… Te quiero. Y esto… Esto es un adiós.- le dije a mi abuela mientras me acercaba a su oreja para decirle al oído por última vez que la quería.

  -Yo también te quiero, Alicia.

  Sus palabras me hicieron sentir grande, volver a vivir, volver a sonreír. ¡Mi abuela había hablado! ¡Estaba viva!

  -¡Abuela, estas viva! 

  Pero la máquina que decía si respiraba o no, decía que había fallecido totalmente con tan solo oír un pitido. Sus últimas palabras fueron dedicadas para mí. No podía estar más feliz en estos momentos… 

  -Descansa en paz…

  Entonces, puse en mi IPod Adiós de Maldita Nerea y empecé a cantársela…

  -Ni siquiera puedo consolarte, aunque no sé lo que daría yo por retenerte al menos otro instante. El extraño soy yo aquí… diciendo adiós. Te has marchado, ya te has ido, y ahora sé lo que he perdido. Es el final que no quisimos, pero que llegó, qué llegó al decir adiós... Mil lunas llenas por delante, excusas para no aguardarte, nos queda al menos lo vivido y el decir adiós, sólo el decir adiós…

lunes, 23 de junio de 2014

Capítulo X



Capítulo 10




“Se empezaron a oír unos ruidos mientras dormía. No me hacía la idea de qué podía ser, pero al estar en el hospital supuse que serían los del piso de arriba. Vi que mi padre ya no estaba en la habitación. En realidad me asuste, pero pensé qué el pobre no pudo dormir y se tuvo que ir a dar una vuelta por el hospital. O al menos eso hizo la última vez qué vinimos al hospital por mi enfermedad. En un día han pasado demasiadas cosas… Y claro, aún no sabía lo de mi expulsión. Y tampoco sabía cómo decírselo… 

Oí otra vez ese ruido. Me empezaba a asustar.  

-¿Quién es?- dije mirando por todos los lados de mi habitación. Empecé a ver unas sombras por la ventana. Solo un loco escalaría la pared del hospital, ¿qué pretendía robar en un hospital? Alucinaba con este mundo. 

Se abrió la ventana de mi habitación, bajé corriendo asustada a la parte inferior de mi cama, es decir, al suelo. 

-¿Alicia?- dijo una voz reconocible. No podía ser verdad…

-¿Álex?- dije en voz baja mientras asomaba la cabeza por encima de la cama para ver de verdad era él.  

-¿Dónde estás? Voy a encender la luz…- dijo mientras me pisaba la mano.

-Debajo de tu pie. Por favor, muévete.

-¡Lo siento!- dijo mientras se dirigía a la puerta de la habitación donde estaba el interruptor de la luz.- Ja, ja, ja ¿qué haces debajo de la cama, loca? 

-No sé tú, pero no es muy normal que entre alguien por la ventana de un hospital a las 03:30 de la mañana. – dije mirándole. Me hizo mucha ilusión que viniera a verme, aunque mi expresión demostrara lo contrario. 

-Me enterado que te caíste de la bici. ¿Cómo te encuentras?

-Bien… supongo.- dije mientras él me miraba. No quise pensar mis pelos… Estaban fatal, pero bueno, estaba en el hospital. A parte, hay confianza.

-¿Quieres que me quede esta noche contigo?- me dijo mientras me acariciaba la mejilla. 

-Hombre, por querer… Pero mi padre estará al venir.- dije mientras agachaba la cabeza y me reía. Me levanté del suelo y me senté en la cama.

-Ven conmigo, vamos a fuera.- me dijo mientras me cogía de la mano y me llevaba a la ventana.

-¿Estás loco? No voy a irme del hospital, mi padre esta al venir.- le respondí mientras solté mi mano de la suya.- De todas formas, gracias por venir. Pensaba qué no ibas a venir a verme.

-¿No vas a vivir la vida un poco? Hagamos una locura.- me dijo mientras señala la ventana. Él vio que mi cara seguía con la misma expresión de antes.- Venga, ¿confías en mí?

-No lo sé. No sé porque fue mi accidente, pero una de las razones fuiste tú. Estaba mal, fui a verte, escale el puñetero árbol de tu habitación y aun así, vi que estabas con Paula.

-Si… Pero Paula se enfadó y se fue.

-Ya… ¿Por eso has venido?

-No… Quería verte.- me dijo mientras me cogía otra vez de la mano.- Y pedirte perdón. 

-Ja, ja, ja. Aún tienes que convencerme para irme contigo una noche entera. Bueno, lo que queda. 

-¿Convencerte? Eso es fácil.- me respondió. Se sacó de los bolsillos una bolsa llena de chocolate.- ¿Ya?

Mi sonrisa fue la nunca vista. ¡Chocolate! ¡Me trajo chocolate! 

-Mmm… Aún falta. 

-Mmm…- me respondió. Se puso de rodillas, me cogió la mano, y puso una voz grave.- Princesa, ¿quieres venir a dar una vuelta conmigo?

-No podías ser más ñoño, no… Ja, ja, ja. 

Me puso un anillo de chocolate en el dedo, y nada más ponérmelo me lo comí. Fue tan graciosa la situación… 

Salimos a la calle por la ventana, él era ágil así que salto primero. Luego fui yo, con mi blusón azul del hospital y mis zapatillas de casa. 

-¡Qué me caigo! ¡Esto está muy alto, Álex!- le dije mientras me agarraba al extremo de la ventana. 
 
-¡Salta! ¡Yo te cojo! 

-¡Prométeme qué no me voy a caer!

-¡Te lo prometo!

Creí en él y me cogió. Fuimos hasta un prado que estaba al lado del hospital. Apenas había luz, era demasiado de noche. Nos sentamos en un árbol, y empezamos a hablar. Todas las cosas que decía me hacían sonreír. Era tan sabio. Todas sus frases eran filosóficas. Me encantaba.

-Como siempre digo, éste mundo se va a la mierda. 

-Tienes razón. Esta sociedad apesta. La gente solo sabe copiar y copiar.

-Y los políticos, robar. 

-Yo en temas de política no me meto… Pienso igual qué tú, pero esos temas los odio. 

-A mí no es qué me encanten, pero ojalá todo el mundo se diera cuenta de todo. Ojalá todos abran de una puta vez los ojos y se den cuenta en el país en el que vivimos. 

-Nadie es tonto, Álex. Todo el mundo sabe en la situación en la que estamos.  

-Como dice el gran Alex Pimentel: El sistema ha convertido el mundo en una jaula, aunque sea de oro sigue siendo jaula. Fíjate, mira qué razón tenía esté hom…

-Álex…- le dije mientras le cortaba la frase- ¿Qué vas a ser de mayor?

-¿A qué viene esa pregunta?

-No sé. Siempre hablas de igualdad, de lo contra que estas de la sociedad y además, todo lo dices con frases filosóficas. 

-Me encanta la filosofía. Y lo de la igualdad y así… Son simplemente temas de los que suelo hablar.- me respondió mientras se tocaba el pelo. Se notó qué le gustó mi comentario. 

-Entonces… ¿Escribirás un libro algún día? Yo sería la primera en comprarlo, te lo aseguro. 

-Ja, ja, ja.- me respondió mientras agachaba la cabeza.- Eso es un paso muy grande, prefiero que el destino me lleve. Gracias de todas formas, Alicia.
-No te lo digo para animarte ni mucho menos. Me encanta como hablas. Siempre que hablas así se me abre el corazón, me lleno por dentro. Hablas demasiado bien para ser tan joven, y aun que para algunas cosas sea muy inmaduro, para otras eres bastante maduro. 

-¿Inmaduro? ¿A qué te refieres con inmaduro?- me respondió bastante serio. No quería que le sentara mal, pero el acto suyo con las chicas es de inmaduros. Y nunca me callado nada. 

-No te lo tomes a malas, pero… Parece qué utilizas a las chicas. Y eso te quita muchos…

-¡Cállate! ¡Cállate porque no me conoces! Paula es una chica maravillosa, y tú era una muy buena amiga. No juzgues a las personas sin conocerlas demasiado bien, o simplemente por un acto suyo. Si supieras mi pasado, te hubiera dejo hablar, pero he cambiado, y todo eso qué dices de las chicas, lo hacía antes. Así que, si no te importa, cállate. 

-¡Oye, no te pases! Es lo qué aparentas, nada más.- le respondí de mala manera.

-Pues tu opinión me importa una puta mierda, por si no te has dado cuenta.

-¡A mí no me hables así!

Se levantó, se limpió los pantalones que tenía llenos de yerba, se acercó a mí, y me pegó un tortazo. Me dejó sola y lo peor es que no sabía qué hacer, ni a donde ir… Me dolía la cara del tortazo qué me dio, pero más me dolía el corazón por lo que sucedió.





-¿Alicia? ¿Estás bien?

-¿Álex?

-¡Uf! ¡Menos mal! Pensaba que te habías hecho daño y que habías dejado de respirar.- me dijo Álex mientras me daba besos en la frente.

-¿Qué hago en el suelo?- le respondí mientras pestañeaba. 

-Saltamos por la ventana hace una hora y al cogerte, del miedo que cogiste, me empujaste y te caíste.- me empezó a decir mientras me ofrecía su mano para poder levantarme.- ¿Quieres que vayamos al lago de aquí al lado, o prefieres irte a dormir? Yo ya te dicho, vayas a donde vayas, voy quedarme contigo toda la noche. 

-Preferiría quedarme en la habitación del hospital descansando, pero de pensar que tengo que subir otra vez este muro… ¡Me dan escalofríos! 

Todo había sido un sueño. Menos mal… Llegué a pensar qué Álex me pegó. Si me hubiera pegado, lo hubiera matado… ¡A mí nadie me pega! 

-¿Estás bien, Alicia? Te noto un poco rara.- me dijo Álex mientras me cogía de la mano.- ¿De verdad que no prefieres ir al hospital a descansar?

-Estoy bien… Simplemente me duele un poco el culo.- le contesté. Empezó a reírse y no supe por qué.  

-Es normal, al empujarme te caíste de culo, ja, ja, ja.

Le miré con ojos de alegría, aun que en verdad me estaba matando el dolor del culo. Pensar en el sueño que tuve me estaba matando. Fue una verdadera pesadilla.

Llegamos al lago, era verdaderamente bonito verlo desde el amanecer. Me encantaba desde pequeña ese lago. Era tan bonito… Siempre había patos y unas canoas para dar una vuelta por el lago. Todo el parque estaba lleno de yerba y árboles. Álex se subió a un árbol, y de después me subí yo. Me cogió de la cintura y me dijo:

-Aún sigo sin comprender porque te ves gorda. Mírate, estás preciosa Alicia. 

-No quiero hablar de esto ahora, Álex…

Me acarició el moflete y luego los labios. 

-Alicia, nadie debe opinar nada sobre ti. O lo que opinen, te debe de dar igual. Sabes que nadie es perfecto, olvida lo que te digan los demás. Quiérete, eres genial.

-Álex, te dicho qué no quiero hablar de ese tema. Hay mil temas de los qué hablar, ¿y solo se te ocurre ese? Creo que no es el mejor momento.

-Tienes razón, solo quería ayudarte. 

-Me ayudas, y te lo agradezco. Pero no tengo mi día sabes…

-Hoy es un nuevo día. Es más, lo estamos viendo amanecer. ¿Alguna vez has visto amanecer?

-La verdad es qué no.- le dije mientras me sonreía. Su perfecta dentadura era… Igual de perfecta qué su sonrisa y qué sus ojos. 

-¿Sabes? Los mejores momentos son los que uno no los espera. 

-¿Intentas decirme qué estás viviendo uno de tus mejores momentos?

-Te estoy diciendo que a tu lado todos los momentos son los mejores.

Esa frase me sacó tal sonrisa qué me avergoncé. Ese chaval sabía hacerme sonreír, y eso pocas personas lo hacían.

-Cada noche pienso en mi madre. En qué sería de ella sin mí. Cuando era pequeño, a veces la odiaba. Pensaba que era la peor madre del mundo. Pero se fue… Se fue a New York y no supe nada más de ella.- me dijo Álex mientras miraba al sol. No paré de mirarle.

-Yo… La buscaría. Intentaría buscarla, algo. Yo sé dónde está mi madre, y está en el cementerio. La tuya está viva, estoy segura de eso, Álex. Nunca pierdas la esperanza.- le respondí mientras le acariciaba la espalda.

-Alicia… Nunca me había sentido tan bien junto a alguien. Te conozco de hace nada, pero… Gracias. 

-¿Gracias? ¿De qué?- le dije.

-No sé, antes era incapaz de desahogarme con alguien. Ahora estoy mejor, me desahogo contigo y me siento mejor. En esta sociedad hay demasiada humanidad, pero pocos humanos. Y en realidad, pensaba qué ya no existían humanos. Pero te conocí, y vi qué sí. ¿Ves? El destino.

-¿El destino?- le respondí confusa.

-Sí. Mi abuelo siempre me lo decía: El destino pone a cada uno en su lugar. 

No supe qué responderle, así que simplemente miré al sol y el reflejo qué dejaba en el lago. No paró de mirarme en todo el rato, pero yo me hice la loca y seguí mirando el sol. 

-No te hagas la loca, sé qué sabes qué te estoy mirando.- me dijo mientras se reía.

-Menudo trabalenguas, ja, ja, ja.- le respondí mientras los dos nos mirábamos.

-Alicia, gracias por escucharme siempre, te lo he dicho antes, ¿verdad?

-Sí, pero para mí siempre será un honor escucharte. Adoro tus palabras. Me encantan tus palabras. 

-A mí me encantas tú.

-Tampoco te pases…

-No me paso. Fue verte por primera vez y… Joder Alicia, eres la chica qué buscaba. 

Sus palabras me pusieron roja del todo. Nunca me habían dicho eso. Nunca había cambiado por nadie, y pensar que le gustaba a alguien, siendo como soy… Me alegraba un montón.

-Me encanta cuando te pones roja…- me dijo mientras me tocaba la nariz. Me encantaba qué me hiciera eso. 

-Siempre me haces ponerme así.- le respondí mientras agachaba la cabeza.- ¡Te odio, idiota!

-Ja, ja, ja. Se tú punto débil, Alicia. No me culpes por eso.

-Eres el único que lo sabe y tranquilo, no te culpo por eso, señor Álex.
Me miró a los ojos, puso su nariz junto a la mía y poco a poco se empezó ha acercar hacia mí. 

-Eres aún más preciosa desde cerca. ¿Nunca te lo habían dicho?

-La verdad es qué no… Pero con qué me lo diga una persona con ojos verdes como tú, me conformo. 

-No te tapes la sonrisa, anda. 

-Es que no me gusta mucho…

-Pues créeme, tú sonrisa debería de estar en la siete maravillas del mundo.
Mi corazón iba a cien por hora. Este era el momento qué estaba esperando desde hace mucho tiempo. Álex y yo estábamos en un lago, al amanecer, sentado encima de un árbol y a punto de besarnos.

-Álex, bésame.

-¿A qué tanta prisa?

-Pronto será de día, vendrá la médica a hacerme pruebas y tendré que despertarme.”