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sábado, 12 de abril de 2014

Capítulo V



Capítulo 5



-¿Qué tal la tarde, pequeña?

-Bien, la verdad es que con el buen día que hacía, lo raro era que un idiota no me lo haya estropeado. Ha estado muy bien jugar con los perros de Álex. Si mañana hace este día le diré para volver a ir, pero al pantano, así se meten los perros en el agua y juegan.- le respondí a mi padre.

-¿Podré ir yo mañana, papá?- le preguntó María a Enrique.

-María, céntrate que luego haces fallos tontos.- le respondió el profesor de matemáticas de María. 

-Sí. Lo siento Javi.- se disculpó María. 

-Lo siento, encantada, soy Alicia.

-Buenas Alicia, soy Javi, el nuevo profesor particular de matemáticas de María.

-¿Vas a estar más días?- preguntó María con una cara de: ¡no me lo puedo creer! ¡No puede ser!

-Sí. De momento hasta fin de curso. ¿No quieres o qué?- le respondió Enrique.

-¿Sinceramente? No. Haga lo que haga en las matemáticas, pero sobre todo los problemas y las ecuaciones se me van a dar fatal.- le respondió María a Enrique. 

-Una sonrisa y buena actitud te abren todas las puertas.

¿Y esa voz? ¿De dónde viene? Y… ¿Por qué me suena? Espera, si es la de…

-¡Álex! ¡Qué alegría volver a verte!- gritó María.

Álex entró por la terraza de la cocina. Já, como sabía que era él. Una frase filosófica debía de ser de él. Venía con una bandeja de canelones. ¡Qué bien olía!

-Hombre, Álex, tú otra vez por aquí, ¿qué te trae esta vez, muchacho?- le preguntó Enrique mientras le sonreía. 

-Buenas noches, familia,- empezó diciendo.- os traigo unos canelones de la abuela. Ha hecho de más y me ha dicho que os los traiga. 

Mi abuela aparte de intentar ser joven, ¡es la mejor cocinera del mundo! Sus canelones son… Irresistibles. 

-¡Sí! Ya los echaba en falta… - dije riéndome. 

-Dile a la abuela Carmen que muchas gracias por la cena. – Dijo mi padre.- Y a ti también por traerla.

-De nada. Nos vemos mañana.

-¡Álex! Antes de que te vayas quiero preguntarte algo.- le dije. Se acercó donde mí y nos fuimos fuera de la cocina, a la terraza.

-Dime Alicia.

-¿Te parece si mañana a la salida del instituto vamos otra vez con los perros? Pero esta vez al pantano. 

-Por mí, genial. Te lo iba a preguntar yo mañana si querrías repetir. ¿Vendrá María?
-No creo. Tiene particulares hasta fin de curso. 

-¿Todos los días de la semana? ¡Qué pobre!

-No, supongo que entre semana. 

-Bueno, no pasa nada, otro día vendrá.- me dijo Álex.

-Bueno, hasta mañana, buenas noches Álex.

-Sí, aún tengo que hacer deberes. Buenas noches, guapa.

Se fue, cerré la puerta del balcón y me subí a mi cuarto a hacer deberes. De repente, algo entra en mi habitación. Me acerco al balcón y veo que es un avión de papel. Lleva algo escrito, lo leo y… 

-¿Qué mierdas es ésta? Y… ¿Por qué me dicen esto a mí? ¿Quién me lo ha tirado? ¿¡Qué es esto!?- dije en voz alta.

¿Por qué me han tirado un papel a mi cuarto? Y, ¿por qué decía eso? 

La volví a leer. Decía esto:


 No juzgues las acciones de nadie, sin conocer sus motivos.


Yo jamás he juzgado a nadie y menos por sus defectos. Había más por dentro:


La perfección es aburrida, no la busques; disfruta de los pequeños errores y aprende de ellos. Nacimos para ser felices, no perfectos.


-¿Qué cojones? ¡Ya me he cansado! Voy a enviar yo una notita a la calle y mira, si la lee quien tiene que leerlo bien, sino, también.- dije en voz alta. Lo raro fue que nadie me oyera.

Cogí un papel blanco y un lápiz, y empecé a escribir:


No sé quién eres, ni me importa, la verdad. Sólo quiero que dejes de mandarme papeles absurdos si no quieres que te denuncie. 


-Ya está. Ya me he quitado un peso de encima. No sé quién será, pero ¡está loco! O loca, quien sabe. A lo mejor se aburría y ha mandado eso. O simplemente ha enviado eso a todas las casa. Espero que sea eso, porque si no, yo lo… ¡Otra vez! ¡Otra carta!- volví a decir en voz alta.

Decía esto:


“Me cae bien la gente que no intenta caerle bien a nadie” ¿recuerdas? Lo pusiste tú. Ahora yo te recuerdo que; naciste para ser feliz, no para agradar a todo el mundo.


Era todo rarísimo. Empezaba a tener miedo, porque una persona me estaba enviando notas al balcón de casa, de mi cuarto. Lo peor es que… 

-¡Me conoce! ¡No puede ser! ¡Esa frase la dije yo el viernes pasado en clase! Así que… es una persona de mi clase.- volví a decir.

Estaba segura qué era uno de mi clase. Al fondo se oían unos pasos y era María.

-Hola, ¿por qué chillas o hablas sola? Se te oye desde abajo, ¿Qué te pasa?

-¡Cuantas preguntas, María! Estaba cantando simplemente.- le respondí a María. Tenía que disimular, nadie tenía que saber que alguien me mandaba cartas, porque llamarían a la policía, y antes quería saber quien era. 

-¿Ah sí? ¿Qué canción?- me dijo María. Ella sospechaba algo. ¡Qué lista es! De mayor tendría que ser detective o algo parecido.

-¿A qué tanto interés, María?- no se me ocurrían canciones. Tenía que salir de ahí.

-¡Responde!

Me miraba con mala cara. ¿Qué mosca le picaba? 

-Una de Dani Martin ¿Contenta?

-Cántamela. Ya.

-¿Sí o qué?

-Sí.

- Quiero
Que todo vuelva a empezar
Que todo vuelva a girar
Que todo venga de cero
De cero...
Y quiero que todo vuelva a sonar
Que todo vuelva a brillar
Que todo venga de cero
De cero... 
 
-¿Seguro?

-María, estás mal. ¿Se puede saber qué te pasa?- le respondí chillándola.

-¡Pues que estabas hablando con Álex!

-¿Qué dices? ¡Si estoy en mi habitación y el en la suya!

-¿Y por qué está debajo de tu balcón? 

No podía ser… Era él. Pero, ¿por qué no ha llamado al timbre y me lo decía a la cara

-No, María. 

-Asómate entonces. ¡Valiente!

-Tú estás loca. Aquí no hay nadie. 

-¡Qué sí! ¡Mírale! Ahí donde deja el cartero las cartas. 

-¿María? ¿No volverás a tener imaginaciones? Dime que no…

-¡Qué no son imaginaciones Alicia! ¡Que está ahí Álex! 

-¡Enriqueeeeeee! ¡Papá! ¡Venid ya, por favor!- chillé como nunca.

No podía estar pasando esto. María volvía a ver personas que no existían. Hace siete años qué salió del hospital, ya recuperada. No puede ser… 

-¿Qué pasa? ¿A qué tanto chillido, Alicia?- me preguntó Enrique.

-Alicia vuelve a ver gente qué no existe. Vuelve a tener imaginaciones...

-¿Qué me estás diciendo? ¿No será una broma?- me dijo mi padre preocupado.

-Elisabeth nunca se ha ido.- responde María. 

María estaba llorando. Llevaba ocultando todo este tiempo que Elisabeth nunca se había ido. Nos había mentido a todos. 

-Y lo peor es que ha venido con uno más de regalo…- dije agachando la cabeza.

-¿A qué te refieres, Alicia? Deja las tonterías para otro momento ¿quieres?- me dijo mi padre.

-¡Me refiero a qué también tienes visiones con Álex! ¡Ve a Álex cuando ella quiere!- dije chillando y llorando.

-¿Eso es verdad, María?- le preguntó Enrique mientras cogía la mano de María y la acariciaba.

-Sí… Lo siento. No quería volver a ese sitio, papá. Me sentía fatal conmigo misma y quería seguir con el ballet, el ballet era mi vida papá… Y por estas visiones de mierda lo tuve que dejar, ¡estoy loca!- dijo María.

-María, no sientas nada. Todos tenemos que pasar por cosas que no queremos. Pero esto es muy grave.- le dije yo.

-¿Acaso te crees qué no lo sé, listilla? Muchos habláis, pero pocos sabéis lo que de verdad es estar así. Yo no lo busco. Si me ha empezado a gustar Álex y veo visiones de él es porque mi cabeza controla eso, no yo joder.

-María, pero es que no estás recuperada del todo… Tienes que volver, lo siento.- dijo Enrique.

Todos estábamos fatal. Lo pasamos muy mal todos esos tres años después de la muerte de mi madre. Pensábamos que nos habíamos quitado un peso de encima. 
María estaba recuperada y eso era genial. Pero nos mintió…

-No. Al hospital otra vez no irá. Hay que llevarla a otro sitio.- propuso mi padre. 

En realidad él se negaba a volver a pasar esos tres años. Y todo para nada. Prefería llevarla a otro local para mirarla. Cogí el portátil y empecé a mirar locales y psiquiatras. 

-¡No! ¡Me niego! Soy feliz siendo como soy… No daño a nadie… Lo sabéis.- nos dijo María.

-En el concurso de ballet por poco ahogas a una bailarina con la cinta porque Elisabeth te lo dijo, ¿te parece poco?- le contesté yo.

Sabía que no era lo mejor decir eso en ese momento, pero la realidad está ante todo. María necesitaba ayuda, quisiera o no. 

-¿Y qué? Elisabeth era mi mejor amiga. Y lo es. Y tenía razón, esa bailarina tenía que morir, me quitó mi goma de pelo.

-Pues menos mal que es una razón de muerte…- dije yo con ironía.

-¡Cállate, gilipollas!- me respondió ella.

-¡Chicas! ¡Ya! No es el momento, ¿vale?- nos dijo mi padre.

-No sé qué hacer… Jamás me la van a curar, por mucho que pague… Antes era una persona, ahora dos… En vez de mejorar ha empeorado todo…- dijo Enrique.
Otra vez otro papelito por la ventana. No era el momento… 

-¡Eh, un papel!- dijo María.

-Sí, con el viento que hace habrá entrado sin querer. Es hora de cerrar la ventana. Voy a tirar el papel, ahora subo.- dije.

Intenté disimular como pude. Al menos, se lo creyeron. O si no, no le dieron tanta importancia.

Lo abrí y ponía:


Tu amiga no se va a recuperar, porque yo me la voy a llevar.


-Venga no, encima ¿una amenaza?- dije en voz alta.

-¿Qué pasa, cariño?- dijo mi padre.

-Nada, nada. Que el viento es muy fuerte y me estaba asustando, no es nada importante.- respondí.

¿A qué se refería con eso? ¿Secuestrarla? ¿Por qué razón la querían secuestrar?
-¡La historia qué me contó María! Es esa persona… Sabe quién soy, donde vivo, lo de Elisabeth…- dije en voz alta.

Qué estúpida era, todo lo decía en voz alta. Era lo que me salía en el momento. 

-Hija, sube ya anda.

-Voy papa, voy…



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