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domingo, 6 de abril de 2014

Capítulo IV



Capítulo 4



Lunes, 21 de enero de 2013


Genial, ya era lunes. Otros terroríficos cinco días de clase qué tenía que aguantar a la profesora de lengua. Bueno, a ella, a el de matemáticas… A todos en general. Encima estaba lloviendo, ¿hay algo peor que eso? Sí: Tener que ir en autobús. 

-Buenos días, hija, ¿Qué tal has dormido?- me empezó a despertar mi padre mientras levantaba las persianas de mi cuarto.- Recuerda que tienes que acompañar a Álex y a María al instituto.

Mierda… No me acordaba. Tenía que acompañarle a Álex a ver el instituto. Bueno, ¿qué digo? Si yo no me ofrecí a acompañarles.

-Buenos días papá.-le empecé a decir.- Te equivocas, se ofreció María, yo no.
-Sí, pero sería de buen corazón ir con ellos.

-Sí, tienes razón. Pero no quiero.

Por ahí venia María con…

-¡Buenos días, guapa! ¿No vas a acompañarme al instituto? – empezó a decirme Álex.

¿Guapa? ¿Qué confianzas son ésas? Y… ¿Qué hace en mi cuarto?

-Buenos días, a los dos. Os agradecería que os fuerais de mi cuarto ya que quiero dormir un poco más. Es lunes, y odio las sorpresas. Con todo el cariño del mundo, ¡iros! –dije yo. No estaba enfadada, ni mucho menos. Solo que, un lunes, despertarme pronto y para nada… Pues como que no.

-No seas sosa. Ven con nosotros en el autobús. Ya estás despierta, ¿qué vas a hacer dos horas despierta en casa? Nada, ¡así que ven con nosotros!- me dijo María. 

No quería ir. Estaba lloviendo, repito, era lunes… ¿Estas locos o qué? ¡No, no y no! ¡Me niego!

-No. He dicho qué no y es qué no. No seas pesada, María.

-Como tú quieras, a mí me hacía ilusión que vinieras con nosotros.- Me dijo Álex. 

-Lo siento, nos vemos luego en clase, adiós a los dos. Bueno, tú papá también te puedes ir yendo.- Le dije a Álex y a los demás.

Puede que me fuera a aburrir en casa dos horas, pero prefería eso a ir dos horas antes al instituto a pasar frío. 

Me senté en la silla de la cocina, me puse a calentar la leche con Cola Cao y miel y saqué mis cereales de chocolate favoritos. 

-¡Buenos días por la mañana gente!

Por ese tono, y esa típica frase, sabía qué era Enrique. Siempre se despierta feliz y alegre. Yo no sé qué le pasa. Me gustaría saber a quién le agrada despertarse un lunes a las 6:00 de la mañana, aparte de a Enrique, claro.

-Buenos días Enrique, tú tan feliz como siempre. No sé cómo lo haces.- le respondí.

-Supongo que la mejor manera de empezar la semana es sonriendo. Sonreír es la clave. Y ya sabes, al mal tiempo, buena cara.



Después de clase, a las 17:30h.



-¿Habéis visto el día que se ha quedado?- nos dijo María.

-Sí, da gusto salir con este tiempo de clase.- dijo Álex.

-La verdad es que sí, nada mejor dar un vuelta oyendo música más el canto de los pájaros.- dije yo.
 
-¿Te gusta dar paseos?- me dijo Álex.

-Sí, es mi pasatiempo favorito. Antes iba con mi perro, pero desde que se murió suelo salir sola.

-¡Eres fantástica! Yo suelo ir con mis perros, ¿te apuntas a venir hoy?

-Vale, ¡y yo también!- respondió María.

-Vale, me parece bien. Pues, a la seis en mi casa, ¿te parece Álex?

-Por mí genial. 

Por lo lejos venía un hombre corriendo mientras nos saludaba. Se parecía a… 

-¡Hombre chicos! ¿Qué tal tu primer día de clase, señor Álex?- le dijo mi padre a Álex. Claro, era él. 

-¡Hola papá! Vamos a ir en nada a dar un paseo con los perros de Álex.

-Me parece muy bien. Pero María, tú no puedes ir. Tu padre me ha dicho que  tienes que hacer matemáticas para aprobar el curso. 

-¡No! ¡Me niego! ¿Con el día que hace tengo que hacer las dichosas matemáticas? 

-Es que ha pagado a un profesor particular. Lo hace por ti.

-Joder, ¡cómo me arrepiento de haber faltado el día del examen por ir a ver la maldita película con Oscar!

-Nunca tienes que arrepentirte de algo qué hiciste. Tienes que tomar riesgos; si ganas, es ‘maravilloso’; si no, es ‘experiencia’.- le dijo mi padre a María.

-A parte, nadie es perfecto, todos cometemos errores, en eso se basa la vida María.- le dije yo.

-Tenéis razón… Tendré que ir entonces, por muy mal qué me salgan las ecuaciones.

-¿Muy bien María, así me gusta!- le respondió Álex.

-Bueno Álex, dejamos las cosas y nos vamos, ¿te parece?

-De acuerdo.

-Y tú y yo nos vamos a casa a hacer las ecuaciones maravillosas con chocolate y galletas, ¿te parece? – le dijo mi padre a María.

-¡Sí! Me encanta la idea.





-Qué bonitas son tus perras. ¿Cómo se llaman?- le dije a Álex.

Estábamos yendo hacía una balsa que había por aquí al lado. Vivíamos en Madrid, pero en las afueras, más tranquilos. Sus perros eran preciosos. Uno era blanco y el otro negro agrisado. Hacía sol, no hacía frío y se estaba genial.

-Laira y Elenia. Son preciosas, a mí me encanta tanto una como la otra. 

-Hasta los nombres son preciosos. 

-Se los puso mi madre, en realidad yo me llamo Alessandro. Tiene la manía de poner nombres raros a la gente. Mi hermana se llama Valehrina, pero la llamamos Valeria o Val. 

-Ja, ja, ja, ja, qué graciosa tu madre. La mía no me puso el nombre, me lo puso mi abuelo Manolo. En realidad me encanta, es tan poco visto. Como Valeria.

-A mí también, ya te lo dije ayer. 

-Aunque a las de mi clase de hace años no. Intentaba pasar, pero todos se metían conmigo. Ellos tenían nombres como Ana, Isabel, Juan y así, y yo era la del nombre “niña” para ellos. Se metían conmigo por todos. Sabía más historia que ellos, me criticaban llamándome “friqui”, me llamaba Alicia, tenía un nombre de niña pequeña, tenía cinco tallas más que ellas, era una gorda…

-Pero Alicia, ya sabes que los que hablan mal de ti es porque les sobra mucho tiempo en su vida, y no tienen nada interesante que decir de ellos mismos.

-Esas frases no me ayudan, llevo diez años siendo bulímica y por mucho que vaya al psiquiátrico y al psicólogo nada hace que piense que odio mi cuerpo. 

-Pues yo te veo muy bien Alicia.

-Normal, ahora estoy esquelética. Pero es una costumbre que tengo eso de comer mucho y vomitarlo. Llevo un mes sin hacerlo, pero eso no quiere decir mucho… 

-Me gustaría darte mi opinión sobre como estabas antes. La gente se cree perfecta, y no saben que la perfección no existe. Yo no soy perfecto, pero sí soy feliz. Hay gente que vive para criticar, y otras como tú, que viven para hacer reír a los demás.

-Muchas gracias Álex, de verdad… Pero mi vida es un caos. Desde que mi madre murió nada es igual. La única a la que puedo llamar madre es a mi abuela, aunque no me haga mucho caso por sus viajes, la quiero muchísimo. También perdí a mi abuelo Manolo un año después de la perdida de mi madre. Mi mejor amiga se fue con otra dejándome sola con todos mis problemas. Me insultaron y me pegaron, y todo esto sin contar lo de la muerte de mi perro Oker… - le dije a Álex.

Estaba medio llorando, esa conversación era la mejor que había tenido nunca. Álex hace que me sienta más a gusto que con el psiquiatra. Puedo expresarme sin que anote nada y sin que mueva la cabeza de arriba abajo. Álex me escucha porque quiere, no porque le pagan. Álex se está convirtiendo en un buen amigo. Un amigo qué echaba en falta.

Me cogió de la mano y me dijo:

-Nada es eterno Alicia: el café se enfría, el humo del cigarro se va, el tiempo pasa y la gente cambia.

-Tienes toda la razón del mundo, Álex.

-¿Qué tipo de accidente tuvo tu perro? Yo tenía uno que se llamaba Lenwing y se cayó del balcón de mi casa. 

-¡No puede ser!- dije asustada.

-Sí, ninguno nos dimos cuenta, subió la cuesta para la puerta principal de mi casa y lo vi mal de la pata. Lo llevé al veterinario y nos dijeron que teníamos que hacer una operación seria. Una vez más, lo intentamos todo por él, y en la operación murió.

-Joder… Qué triste.- le abracé.- A Oker le mató un perro. Estaban jugando lo cogió del cuello y lo mató. No sabía ni llorar. Ni sé dónde está ahora… Me fui corriendo.

Empecé a llorar de verdad. Sólo de recordar ese momento, no podía conmigo misma. No podía…

-Eh, pero no llores Alicia, Oker murió queriéndote y la última persona que vio fue a ti. Por cierto, ¿puedo hacer algo por ti?

-No, ya es demasiado tarde. El café entero se ha enfriado por completo. 

-Dime que no puedo hacerlo y tendré un motivo más para intentarlo.

-Gracias por tus palabras Álex, pero lo único que se podría arreglar sería lo de mi mejor amiga, y no tengo intención.

-Ah, eso, ¿qué pasó con tu mejor amiga?

-Que moví una montaña por una persona que no movió ni una roca por mí. 

-Si te hizo feliz mientras estuvo, entonces sí valió la pena.

-Estuvo toda mi vida, y me dejó cuando más la necesitaba. Se murió mi madre y ni vino a donde mi ni al funeral. Me insultaban y estaba sola. Hasta qué me di cuenta de que ella también me insultaba con el resto de los compañeros. Pasé los peores años de mi vida. Es que, ni madre, ni abuelo, ni mejor amiga, ni perro…

-A veces algunas cosas se pueden olvidar, Alicia. No puedes estar todo el día en el pasado. Piensa en el presente, en serio.

-Pase el tiempo que pase, estemos donde estemos, hay cosas que simplemente no se olvidan, Álex.

-Tú misma lo has dicho: “hay cosas”. Tú vives en el pasado, y eso no te va a hacer mejor para el futuro. 

-Me da igual, Álex. Yo necesito a alguien.

-A eso viene tu mal carácter ¿no?

-Puede ser. Puede ser que eche de menos a alguien a quien contarle lo que de verdad siento y quiero. Duele ver cómo una persona se va. La misma que en su día te hizo sentir la mejor del mundo. 

-Puedo llenar yo ese hueco tuyo, lo sabes, ¿no?

-¿De verdad? No, no quiero que pienses que…

-Cállate ya, anda. Me ofrezco a ser la persona con la que quieras desahogarte siempre y a la que vas a tener a tu disposición siempre que quieras. Al fin y al cabo, para eso están los amigos, Alicia, y tú para mi eres muy amiga mía. 

-Tú también empiezas a serlo para mí Álex, de verdad.

Empezaba a oscurecer, y los perros se estaban cansando de andar ya.

-¡Madre mía! ¡Si son las ocho y media! ¡Qué rápido se pasa el tiempo contigo, Álex!

-Eso quiere decir que has estado a gusto conmigo.

-Y con los perros, ¡eh!

-Sí, bueno… Pero más conmigo, lo sé.- me dijo Álex mientras me dio un golpecito en la espalda. 

-Vamos ya camino a casa, mi padre estará al estallar.- dije yo.

Me sonó él móvil. Era un WhatsApp:

       Hija dónde estás?

-Es mi padre. Se cree que sabe de informática, aunque no tiene ni idea.
Le escribí:

      Llegando a casa. En 10 min estoy

-Como tu abuela tiene un IPhone se lo suelo coger y sabe demasiado sobre el móvil. Tiene hasta redes sociales como Facebook y así. 

-¡No puede ser! Ja, ja, ja, ja. Tendré qué jugar con ella a algún juego de los del Facebook. O chatear, ja, ja, ja.

-Sería divertido la verdad, ja, ja, ja.- me respondió Álex riéndose.

-Bueno, ya hemos llegado a tu casa Alicia. Buenas noches, y que no se te olvide hacer los deberes. 

-Igualmente, las dos cosas señor Álex.- y le sonreí.

-Se te ha visto a gusto hoy conmigo. Me alegro, en serio.

-Tú también lo has estado. Siempre haces reír a los demás.- le dije sonriéndole.

-A veces la persona que más hace reír es la que más necesita una sonrisa, ¿lo sabías?

-No, pero ¡vamos! ¡Hoy me voy a casa sabiendo más de filosofía qué nunca!
-Gracias por todo. Adiós Alicia, buenas noches.

-Sin duda, confianza es seguridad. Gracias por esta tarde Álex, muchísimas gracias.

Nos dimos dos besos, y nos despedimos. De camino a casa no dejé de sonrir. Esa tarde la nacesitaba desde hacía mucho tiempo.

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