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sábado, 29 de marzo de 2014

Capítulo II


Capítulo 2



-¿Abuela? ¿Qué haces tú aquí?- respondí un poco asombrada.

-¿Qué pasa? ¿Ya ni una anciana puede venir a Madrid a ver a su nieta preferida?

-Hombre, eso de preferida… Es que solo tienes una, y soy yo.

-Ay hija, ¿Dónde está tu padre?

Y ahí venia mi padre. Muy contento. Ni él, ni yo, ni nadie nos esperábamos la sorpresa de la abuela. Desde que murió mi madre ella no había aparecido en ningún evento ni nada. Bueno, es que ella es muy divertida (es su palabra favorita). Viaja muchísimo y tiene un novio de 50 años, veinte más joven que ella. Eso sí, no se nota que tiene 70 años, ella se cuida más que nadie. Hace deporte todos los días, y tal, tal, tal. Pero sobre todo, se maquilla demasiado, qué eso es lo que la hace estar más joven.

 -Hombre Carmen, qué inesperada tu sorpresa aquí en Madrid. ¿Qué te trae por aquí?- respondió mi padre. Contento de verla, pero se le hace raro que este aquí.

 -Ya sé qué hace mucho qué no vengo, pero es que… ¡¿Qué diablos es eso?!

 -Ah, es mi chinchilla, se llama Olsen. Encantada, me llamo María.

 -Vamos, una rata peluda de toda la vida, abuela.- respondí yo.

 -¿Ya estamos? ¡Qué no es una rata! Es una ratita.- me respondió María.

Se piensa que una rata y una ratita son cosas diferentes. En fin, qué vive en otro mundo muy diferente al mío como se puede ver.

 -Encantada jovencita. Soy Carmen, ¿qué eres, amiga de mi sobrinita?

 -Sí… Bueno, no. Somos medio hermanas, al menos eso dice mi padre. Mi padre y el de ella se hicieron íntimos amigos desde lo que ocurrió con tu hija y bueno, vinimos a vivirnos aquí…

 -¿Y por qué yo no sabía eso?- respondió mi abuela molesta.

No sé qué le debería molestar. Es ella la que no da señales de vida. No tenemos ni mi padre ni yo la culpa de que su hija se hubiera muerto en un accidente de coche, aunque ella dice que sí.

 -Tal vez será porque ni nos prestas atención ni nada abuela…- respondí yo sin intentar cabrearla. Tiene muy mal genio la abuela.

 -Estoy muy liada viajando y siendo una jovencita. Estoy en mis tiempos mozos y tengo que aprovecharlo.- empezó a decir mientras se tocaba su pelo rubio.- Ah, por cierto, mi novio tiene un sobrino de vuestra edad. Se llama Álex. Está en el coche, es bastante guapo, muy joven para mí claro…

Bueno, es que si empiezo a contar los novios que ha tenido mi abuela no termino nunca. Al menos con este lleva un año. Menudo record. Ni con el padre de mi madre duró tanto.

 -¿Chicos a estas edades Carmen?- dijo mi padre.

Será muy gracioso y para mí el mejor y único padre del mundo, pero aún no ha asumido qué estamos en el siglo XXI y qué las cosas no son como lo eran antes.

 De la cocina al salón se acercaba a nosotros Enrique. Estaba cocinando pollo asado con verduras. Algo en común que teníamos María y yo era, qué odiábamos como hacía su padre él puñetero pollo asado con verduras. No estaba malo. Estaba malísimo. Pero aunque parezca mentira, un hombre de 48 años llora al oír una crítica de su pollo. Y cómo llora…

 -Ay hijo, qué poco sabes tú de las modernidades…- empezó a decirle mi abuela a mi padre. Vino Enrique y le saludó con dos besos- Encantada, soy Carmen, la madre de la que falleció hace 15 años o así.

 -Abuela, mamá murió hace diez años.- le respondí molesta. Qué ni su propia madre sepa cuando murió su única hija…

 -Buenos mediodías señora Carmen, ¿quiere quedarse a comer?- le preguntó Enrique a mi abuela.

 -Ya me gustaría, ya. Pero bueno, a lo que venía. ¡Nos hemos mudado al chalet enfrente de vosotros! Así no os quejareis de qué no os hago caso y así. Quejicas.

No puede ser. Quiero mucho a mi abuela, es la única que me queda. Pero cuando se pone pesada… 

Es la única mujer mayor que yo que puedo tener a mi lado. Pero mi abuela se cree que tiene dieciséis años y… Me molesta. Me gustaría que mi abuela fuera la típica abuela de pueblo. No una moderna que quiere llegar a ser Penélope Cruz.

 -¡Genial! Así estaremos todos más unidos.- le respondió Enrique a mi abuela.
Parece qué es el único que quiere que mi abuela viva en frente. Eso es porque no la conoce.

 -Uy, mira que majo el mozo este, que es el único que se alegra.- respondió mi abuela mirándome a mí con una cara de asesina.

 -Abuela, a mí me hace mucha ilusión que vivas aquí en frente- mentí. ¿Cómo le voy a decir que no me iba a gustar? Se enfadaría. Por mucho que diga que lo hace por estar más unida a mi padre y a mí, lo hace porque no le llega el dinero para tanto viaje y tiene que buscarse una casa.- pero me da a mí que aquí vas a pasarlo mal. Búscate un apartamento en el centro. Así podrás ir de compras.

 -No. Encima así conoceréis al chico este majo, a Álex.- me dijo mi abuela.

No me gustaban los chicos. No es qué sea una tía que odia a los chicos y tal, pero es que, ningún chico me había gustado nunca. Desde pequeña solo me fijado en el recuerdo de mi madre, en el ballet y en él sofá.
Vuelve a sonar el timbre, pero esta vez va María. Qué raro por cierto…

 -¡Hola! Supongo que tú serás Álex.

-Hola, sí, ¿tú eres…?

-Ja, ja, ja, qué tonta yo. Me llamo María, soy la hermana de Alicia. Alicia es aquella- me señaló María- y yo soy su hermana. Encantada guapo.

-Qué bonito nombre.-dijo Álex.

-¿Cuál? ¿María? Ya. A mí me en…

-No. Alicia.-le interrumpió Álex a María.

Ese chico parecía majo. Sí, era guapo, pero tenía pinta de ser un chulo… Y vaya, eso lo fastidiaba todo. María es muy diferente a mí. Ella es la típica princesa Barbie y yo soy la típica chica medio hombre. Pues sí, orgullosa de ello fíjate… Antes qué ser típica niña que le trolea un tío, prefiero ser mari macho.

Tuve que presentarme, así que me levanté y me acerqué donde él.

-Hola Álex, soy Alicia, encantada.- y le di dos besos en la mejilla.

-Hola Alicia, por si no lo has oído antes, me encanta tu nombre.

-Sí, lo he oído. Gracias. A mí también me gusta.- y sonreí. No sé por qué. Pero es la primera vez que un chico de mi edad me hace sonreír sin antes decir un chiste.
Ese chico era raro, y eso me gustaba. Pero gustar, en plan amigos. A la que parecía que le gustaba de otra manera era a María.

Álex empezó a contarnos lo bien que iba en los estudios y su vida en general, mientras tanto María no le quitaba ojo de encima. Se le notaba mucho que le empezaba a atraerle.

-María, ¿me acompañas a por un zumo para Álex?- le pregunté a María para qué quitara sus ojos de encima de él.

-No. Prefiero quedarme aquí a escuchar lo que dice. Supongo que no es tan difícil coger un naranja, exprimirla y echarla a un vaso. No hay que ser ingeniero para eso.-  me respondió borde la muy… la muy ella.

No quería cortarle la conversación a Álex. Me gustaba como hablaba. Sabía que desde ahora todo iba a ser diferente. Un amigo más. O mejor dicho, un verdadero amigo. Al menos tiene pinta de ser buen amigo, aunque eso lo veré con el tiempo.
El siguió contándonos sus historias. Eran verdaderamente divertidas. Con dieciséis años ha viajado muchísimo, sobre todo le gusta la escalada y ha estado en muchas montañas escalando. 

-Fue divertido ver como el sol desaparecía poco a poco. La verdad, es escalada es algo que me ha hecho ver que un deporte te puede hacer feliz y que el amor existe. Digo qué el amor existe, porque me encontré una cosa qué me hizo verlo. De hecho, cuando estaba escalando y de repente, había una carta debajo de la piedra, lo qué os estaba diciendo hace nada. Fue lo más bonito que puede leer jamás. Aún la llevo conmigo, jamás me olvidaré de llevarla. Fijaros, aquí la tengo- y se sacó una hoja doblada, sucia y medio rota de la cartera.- Decía esto:


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