Capítulo 4
Lunes, 21 de enero de 2013
Genial,
ya era lunes. Otros terroríficos cinco días de clase qué tenía que aguantar a la
profesora de lengua. Bueno, a ella, a el de matemáticas… A todos en general.
Encima estaba lloviendo, ¿hay algo peor que eso? Sí: Tener que ir en autobús.
-Buenos
días, hija, ¿Qué tal has dormido?- me empezó a despertar mi padre mientras
levantaba las persianas de mi cuarto.- Recuerda que tienes que acompañar a Álex
y a María al instituto.
Mierda…
No me acordaba. Tenía que acompañarle a Álex a ver el instituto. Bueno, ¿qué
digo? Si yo no me ofrecí a acompañarles.
-Buenos
días papá.-le empecé a decir.- Te equivocas, se ofreció María, yo no.
-Sí,
pero sería de buen corazón ir con ellos.
-Sí,
tienes razón. Pero no quiero.
Por
ahí venia María con…
-¡Buenos
días, guapa! ¿No vas a acompañarme al instituto? – empezó a decirme Álex.
¿Guapa?
¿Qué confianzas son ésas? Y… ¿Qué hace en mi cuarto?
-Buenos
días, a los dos. Os agradecería que os fuerais de mi cuarto ya que quiero
dormir un poco más. Es lunes, y odio las sorpresas. Con todo el cariño del
mundo, ¡iros! –dije yo. No estaba enfadada, ni mucho menos. Solo que, un lunes,
despertarme pronto y para nada… Pues como que no.
-No
seas sosa. Ven con nosotros en el autobús. Ya estás despierta, ¿qué vas a hacer
dos horas despierta en casa? Nada, ¡así que ven con nosotros!- me dijo María.
No
quería ir. Estaba lloviendo, repito, era lunes… ¿Estas locos o qué? ¡No, no y
no! ¡Me niego!
-No.
He dicho qué no y es qué no. No seas pesada, María.
-Como
tú quieras, a mí me hacía ilusión que vinieras con nosotros.- Me dijo Álex.
-Lo
siento, nos vemos luego en clase, adiós a los dos. Bueno, tú papá también te
puedes ir yendo.- Le dije a Álex y a los demás.
Puede
que me fuera a aburrir en casa dos horas, pero prefería eso a ir dos horas
antes al instituto a pasar frío.
Me
senté en la silla de la cocina, me puse a calentar la leche con Cola Cao y miel
y saqué mis cereales de chocolate favoritos.
-¡Buenos
días por la mañana gente!
Por
ese tono, y esa típica frase, sabía qué era Enrique. Siempre se despierta feliz
y alegre. Yo no sé qué le pasa. Me gustaría saber a quién le agrada despertarse
un lunes a las 6:00 de la mañana, aparte de a Enrique, claro.
-Buenos
días Enrique, tú tan feliz como siempre. No sé cómo lo haces.- le respondí.
-Supongo
que la mejor manera de empezar la semana es sonriendo. Sonreír es la clave. Y
ya sabes, al mal tiempo, buena cara.
Después de clase, a las 17:30h.
-¿Habéis
visto el día que se ha quedado?- nos dijo María.
-Sí,
da gusto salir con este tiempo de clase.- dijo Álex.
-La
verdad es que sí, nada mejor dar un vuelta oyendo música más el canto de los
pájaros.- dije yo.
-¿Te
gusta dar paseos?- me dijo Álex.
-Sí,
es mi pasatiempo favorito. Antes iba con mi perro, pero desde que se murió
suelo salir sola.
-¡Eres
fantástica! Yo suelo ir con mis perros, ¿te apuntas a venir hoy?
-Vale,
¡y yo también!- respondió María.
-Vale,
me parece bien. Pues, a la seis en mi casa, ¿te parece Álex?
-Por
mí genial.
Por
lo lejos venía un hombre corriendo mientras nos saludaba. Se parecía a…
-¡Hombre
chicos! ¿Qué tal tu primer día de clase, señor Álex?- le dijo mi padre a Álex.
Claro, era él.
-¡Hola
papá! Vamos a ir en nada a dar un paseo con los perros de Álex.
-Me
parece muy bien. Pero María, tú no puedes ir. Tu padre me ha dicho que tienes que hacer matemáticas para aprobar el
curso.
-¡No!
¡Me niego! ¿Con el día que hace tengo que hacer las dichosas matemáticas?
-Es
que ha pagado a un profesor particular. Lo hace por ti.
-Joder,
¡cómo me arrepiento de haber faltado el día del examen por ir a ver la maldita
película con Oscar!
-Nunca
tienes que arrepentirte de algo qué hiciste. Tienes que tomar riesgos; si ganas, es
‘maravilloso’; si no, es ‘experiencia’.- le dijo mi padre a María.
-A
parte, nadie es perfecto, todos cometemos errores, en eso se basa la vida
María.- le dije yo.
-Tenéis
razón… Tendré que ir entonces, por muy mal qué me salgan las ecuaciones.
-¿Muy
bien María, así me gusta!- le respondió Álex.
-Bueno
Álex, dejamos las cosas y nos vamos, ¿te parece?
-De
acuerdo.
-Y
tú y yo nos vamos a casa a hacer las ecuaciones maravillosas con chocolate y
galletas, ¿te parece? – le dijo mi padre a María.
-¡Sí!
Me encanta la idea.
-Qué
bonitas son tus perras. ¿Cómo se llaman?- le dije a Álex.
Estábamos
yendo hacía una balsa que había por aquí al lado. Vivíamos en Madrid, pero en
las afueras, más tranquilos. Sus perros eran preciosos. Uno era blanco y el
otro negro agrisado. Hacía sol, no hacía frío y se estaba genial.
-Laira
y Elenia. Son preciosas, a mí me encanta tanto una como la otra.
-Hasta
los nombres son preciosos.
-Se
los puso mi madre, en realidad yo me llamo Alessandro. Tiene la manía de poner
nombres raros a la gente. Mi hermana se llama Valehrina, pero la llamamos
Valeria o Val.
-Ja,
ja, ja, ja, qué graciosa tu madre. La mía no me puso el nombre, me lo puso mi abuelo
Manolo. En realidad me encanta, es tan poco visto. Como Valeria.
-A
mí también, ya te lo dije ayer.
-Aunque
a las de mi clase de hace años no. Intentaba pasar, pero todos se metían
conmigo. Ellos tenían nombres como Ana, Isabel, Juan y así, y yo era la del
nombre “niña” para ellos. Se metían conmigo por todos. Sabía más historia que
ellos, me criticaban llamándome “friqui”, me llamaba Alicia, tenía un nombre de
niña pequeña, tenía cinco tallas más que ellas, era una gorda…
-Pero
Alicia, ya sabes que los que hablan mal de ti es porque les sobra mucho tiempo
en su vida, y no tienen nada interesante que decir de ellos mismos.
-Esas
frases no me ayudan, llevo diez años siendo bulímica y por mucho que vaya al
psiquiátrico y al psicólogo nada hace que piense que odio mi cuerpo.
-Pues
yo te veo muy bien Alicia.
-Normal,
ahora estoy esquelética. Pero es una costumbre que tengo eso de comer mucho y
vomitarlo. Llevo un mes sin hacerlo, pero eso no quiere decir mucho…
-Me
gustaría darte mi opinión sobre como estabas antes. La gente se cree perfecta,
y no saben que la perfección no existe. Yo no soy perfecto, pero sí soy feliz.
Hay gente que vive para criticar, y otras como tú, que viven para hacer reír a
los demás.
-Muchas
gracias Álex, de verdad… Pero mi vida es un caos. Desde que mi madre murió nada
es igual. La única a la que puedo llamar madre es a mi abuela, aunque no me
haga mucho caso por sus viajes, la quiero muchísimo. También perdí a mi abuelo
Manolo un año después de la perdida de mi madre. Mi mejor amiga se fue con otra
dejándome sola con todos mis problemas. Me insultaron y me pegaron, y todo esto
sin contar lo de la muerte de mi perro Oker… - le dije a Álex.
Estaba
medio llorando, esa conversación era la mejor que había tenido nunca. Álex hace
que me sienta más a gusto que con el psiquiatra. Puedo expresarme sin que anote
nada y sin que mueva la cabeza de arriba abajo. Álex me escucha porque quiere,
no porque le pagan. Álex se está convirtiendo en un buen amigo. Un amigo qué
echaba en falta.
Me
cogió de la mano y me dijo:
-Nada
es eterno Alicia: el café se enfría, el humo del cigarro se va, el tiempo pasa
y la gente cambia.
-Tienes
toda la razón del mundo, Álex.
-¿Qué
tipo de accidente tuvo tu perro? Yo tenía uno que se llamaba Lenwing y se cayó
del balcón de mi casa.
-¡No
puede ser!- dije asustada.
-Sí,
ninguno nos dimos cuenta, subió la cuesta para la puerta principal de mi casa y
lo vi mal de la pata. Lo llevé al veterinario y nos dijeron que teníamos que
hacer una operación seria. Una vez más, lo intentamos todo por él, y en la
operación murió.
-Joder…
Qué triste.- le abracé.- A Oker le mató un perro. Estaban jugando lo cogió del
cuello y lo mató. No sabía ni llorar. Ni sé dónde está ahora… Me fui corriendo.
Empecé
a llorar de verdad. Sólo de recordar ese momento, no podía conmigo misma. No
podía…
-Eh,
pero no llores Alicia, Oker murió queriéndote y la última persona que vio fue a
ti. Por cierto, ¿puedo hacer algo por ti?
-No,
ya es demasiado tarde. El café entero se ha enfriado por completo.
-Dime
que no puedo hacerlo y tendré un motivo más para intentarlo.
-Gracias
por tus palabras Álex, pero lo único que se podría arreglar sería lo de mi mejor
amiga, y no tengo intención.
-Ah,
eso, ¿qué pasó con tu mejor amiga?
-Que
moví una montaña por una persona que no movió ni una roca por mí.
-Si
te hizo feliz mientras estuvo, entonces sí valió la pena.
-Estuvo
toda mi vida, y me dejó cuando más la necesitaba. Se murió mi madre y ni vino a
donde mi ni al funeral. Me insultaban y estaba sola. Hasta qué me di cuenta de
que ella también me insultaba con el resto de los compañeros. Pasé los peores
años de mi vida. Es que, ni madre, ni abuelo, ni mejor amiga, ni perro…
-A
veces algunas cosas se pueden olvidar, Alicia. No puedes estar todo el día en
el pasado. Piensa en el presente, en serio.
-Pase
el tiempo que pase, estemos donde estemos, hay cosas que simplemente no se olvidan,
Álex.
-Tú
misma lo has dicho: “hay cosas”. Tú vives en el pasado, y eso no te va a hacer
mejor para el futuro.
-Me
da igual, Álex. Yo necesito a alguien.
-A
eso viene tu mal carácter ¿no?
-Puede
ser. Puede ser que eche de menos a alguien a quien contarle lo que de verdad
siento y quiero. Duele ver cómo una persona se va. La misma que en su día te
hizo sentir la mejor del mundo.
-Puedo
llenar yo ese hueco tuyo, lo sabes, ¿no?
-¿De
verdad? No, no quiero que pienses que…
-Cállate
ya, anda. Me ofrezco a ser la persona con la que quieras desahogarte siempre y
a la que vas a tener a tu disposición siempre que quieras. Al fin y al cabo,
para eso están los amigos, Alicia, y tú para mi eres muy amiga mía.
-Tú
también empiezas a serlo para mí Álex, de verdad.
Empezaba
a oscurecer, y los perros se estaban cansando de andar ya.
-¡Madre
mía! ¡Si son las ocho y media! ¡Qué rápido se pasa el tiempo contigo, Álex!
-Eso
quiere decir que has estado a gusto conmigo.
-Y
con los perros, ¡eh!
-Sí,
bueno… Pero más conmigo, lo sé.- me dijo Álex mientras me dio un golpecito en
la espalda.
-Vamos
ya camino a casa, mi padre estará al estallar.- dije yo.
Me
sonó él móvil. Era un WhatsApp:
Hija dónde estás?
-Es
mi padre. Se cree que sabe de informática, aunque no tiene ni idea.
Le
escribí:
Llegando a casa. En 10 min
estoy
-Como tu abuela tiene un IPhone
se lo suelo coger y sabe demasiado sobre el móvil. Tiene hasta redes sociales
como Facebook y así.
-¡No puede ser! Ja, ja, ja, ja.
Tendré qué jugar con ella a algún juego de los del Facebook. O chatear, ja, ja,
ja.
-Sería divertido la verdad, ja,
ja, ja.- me respondió Álex riéndose.
-Bueno, ya hemos llegado a tu
casa Alicia. Buenas noches, y que no se te olvide hacer los deberes.
-Igualmente, las dos cosas señor
Álex.- y le sonreí.
-Se te ha visto a gusto hoy
conmigo. Me alegro, en serio.
-Tú también lo has estado.
Siempre haces reír a los demás.- le dije sonriéndole.
-A veces la persona que más hace
reír es la que más necesita una sonrisa, ¿lo sabías?
-No, pero ¡vamos! ¡Hoy me voy a
casa sabiendo más de filosofía qué nunca!
-Gracias por todo. Adiós Alicia,
buenas noches.
-Sin
duda, confianza es seguridad. Gracias por esta tarde Álex, muchísimas gracias.
Nos
dimos dos besos, y nos despedimos. De camino a casa no dejé de sonrir. Esa tarde la nacesitaba desde hacía mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario